ANEXO 8

ANEXO VIII (resumido)

respecto a la identificación entre

“Iglesia Oficial” e “Iglesia Modernista” o “Iglesia Conciliar”

Monseñor Fellay dijo en Flavigny, el lunes 16 de febrero:

“Algunos, para facilitar las cosas, hacen una identificación entre la Iglesia Oficial y la Iglesia Modernista. Pero es un error, porque hablamos de una realidad concreta”.

Yo me pregunto si esta “realidad concreta” es la “Iglesia visible” de Dom Gérard. Ahora bien:

I) Roma siempre ha utilizado un lenguaje claro y preciso:


Discurso de Pablo VI al Consistorio del 24 de mayo de 1976:

“Por una parte, están los que, bajo pretexto de una mayor fidelidad a la Iglesia y al Magisterio, rechazan sistemáticamente las enseñanzas del propio Concilio, su aplicación y las reformas que derivan, su aplicación gradual aplicada por la sede apostólica y las conferencias episcopales, bajo nuestra autoridad, querida por Cristo (…) De hecho, estas personas se colocan fuera de la obediencia al sucesor de Pedro y de la comunión con él, y en consecuencia fuera de la Iglesia.”

Carta de Mons. Benelli a Mgr Lefebvre, 25 de junio de 1976:

“El santo Padre me encarga hoy mismo que confirme la medida que se le intimó en su nombre, de mandato speciali: usted debe abstenerse actualmente de conferir toda ordenación. No tome como pretexto el desasosiego de los seminaristas: es precisamente la ocasión para ellos de explicarles, así como a sus familias, que no puede ordenarlos para el servicio de la Iglesia contra la voluntad del Pastor supremo de la Iglesia. No hay nada de desesperante en su caso: si tienen buena voluntad y se preparan seriamente para un Ministerio sacerdotal en la fidelidad verdadera a la Iglesia conciliar, nos encargaremos de encontrar a continuación la mejor solución para ellos; pero que comiencen en primer lugar, ellos también, por este acto de obediencia a la Iglesia. ”

Constitución Apostólica de Juan-Pablo II Sacræ Disciplinæ Leges, del 25 de enero de 1983:

“Este instrumento que es el Código corresponde plenamente a la naturaleza de la Iglesia, especialmente como la describe el magisterio del Concilio Vaticano II en general, y en particular en su enseñanza eclesiológica. En un cierto sentido, hasta se podría ver en este Código un gran esfuerzo para traducir al lenguaje canónico esta doctrina de la eclesiología conciliar (…) Se desprende que lo que constituye la “novedad” esencial del Concilio Vaticano II, en la continuidad con la tradición legislativa de la Iglesia, sobre todo por lo que se refiere a la eclesiología, constituye también la “novedad” del nuevo Código.”

II) Monseñor Marcel Lefebvre y las autoridades de la Fraternidad siempre han utilizado un lenguaje claro y preciso:


Declaración del 21 de noviembre de 1974:

“Nos adherimos de todo corazón, con toda nuestra alma a la Roma católica, guardiana de la fe católica y de las tradiciones necesarias para el mantenimiento de esta fe, a la Roma eterna, maestra de sabiduría y de verdad. Nos negamos por el contrario, y siempre nos hemos negado, a seguir la Roma de tendencia neomodernista y neoprotestante que se manifestó claramente en el concilio Vaticano II y después del concilio en todas las reformas resultantes”.

Carta a los Amigos y Benefactores N° 9, octubre de 1975:

“El acontecimiento más importante es seguramente esa carta firmada por el Santo Padre que, bajo una nueva forma, reanuda los argumentos o más bien las afirmaciones de la carta de los cardenales. La recibí el 10 de julio último. Me pide un acto público de sumisión ״al concilio, a las reformas postconciliares y a las orientaciones que comprometen al propio Papa״.

(…) El problema de Ecône es el de millares y millones de conciencias cristianas rasgadas, divididas, trastornadas desde hace diez años por este dilema martirizante: u obedecer a riesgo de perder la fe, o desobedecer y guardar su fe intacta; u obedecer y colaborar en la destrucción de la Iglesia, o desobedecer y trabajar en la conservación y la continuación de la Iglesia; o aceptar la Iglesia reformada y liberal, o mantener la pertenencia a la Iglesia Católica.

Es porque Ecône está en el centro de este problema crucial, que raramente se planteó a las conciencias católicas con esta amplitud y con esta gravedad, que se vuelven tanto las miradas hacia esta casa que eligió con determinación la opción de pertenencia a la Iglesia de siempre y rechaza la pertenencia a la Iglesia reformada y liberal.

Y hete aquí que la Iglesia, por sus representantes oficiales, se pronuncia contra esta opción de Ecône, condenando así públicamente la formación tradicional del sacerdote, en nombre del Concilio Vaticano II, en nombre de las reformas postconciliares y en nombre de las orientaciones postconciliares que comprometen al Papa.

¿Cómo explicar esta oposición a la Tradición en nombre del Concilio y su aplicación? ¿Se puede razonablemente y se debe oponerse realmente a un Concilio y a sus reformas? ¿Se puede, por lo demás, y se debe oponerse a las órdenes de la jerarquía que obligan seguir el Concilio y todas las orientaciones postconciliares oficiales?

(…) Se equivocan excesivamente, pues, los que hablan de una “mala interpretación” del Concilio, como si el Concilio en sí mismo fuera perfecto y no podría ser interpretado según las reformas y orientaciones.

Las reformas y orientaciones oficiales postconciliares manifiestan con más evidencia que cualquier escrito la interpretación oficial y querida del Concilio.

Ahora bien, aquí no tenemos que extendernos, los hechos hablan por sí mismos y son elocuentes, desgraciadamente, bien tristemente.

¿Qué permanece intacto de la Iglesia preconciliar? ¿Dónde no pasó la autodemolición?: Catequesis, Seminarios, Congregaciones religiosas, Liturgia de la Misa y de los sacramentos, Constitución de la Iglesia, Concepción del Sacerdocio…”

Sermón de Mons. Lefebvre. 29 de junio de 1976:

“He aquí lo que me dijeron los enviados oficiales del Vaticano. Nosotros no somos de esta religión. Pertenecemos a la religión católica, no somos de esta religión universal, como la llaman hoy. Ya no es la religión católica. No pertenecemos es esta religión liberal, modernista, que tiene su culto, sus sacerdotes, su fe, sus catecismos, su biblia, su biblia ecuménica. No los aceptamos”.

Nota preliminar de Mons. Lefebvre. 12 de julio de 1976:

“De este modo, parece imposible abordar el problema de fondo, que es el acuerdo de la Iglesia conciliar, como la llama Mons. Benelli en su última carta, y la Iglesia Católica. Que no se equivoquen, no se trata de un desacuerdo entre Mons. Lefebvre y el Papa Pablo VI. Se trata de la incompatibilidad radical entre la Iglesia Católica y la Iglesia conciliar, representando la misa de Pablo VI el símbolo y el programa de la Iglesia conciliar”.

Reflexiones de Mons. Lefebvre sobre la suspensión a divinis. 29 de julio de 1976:

“¡Qué de más claro! En adelante es a la Iglesia conciliar que es necesario obedecer y ser fiel, y no a la Iglesia Católica. Es todo nuestro problema precisamente. Somos “suspendidos a divinis” por la Iglesia conciliar y para la Iglesia conciliar, de la cual no queremos formar parte. Esta Iglesia conciliar es una Iglesia cismática, porque rompe con la Iglesia Católica de siempre. Tiene sus nuevos dogmas, su nuevo sacerdocio, sus nuevas instituciones, su nuevo culto, ya condenados por la Iglesia en muchos documentos oficiales y definitivos (…) Por eso los fundadores de la Iglesia conciliar hacen tanto hincapié en la obediencia a la Iglesia de hoy, haciendo abstracción de la Iglesia de ayer, como si ésta no existiese ya (…) Esta Iglesia conciliar es cismática porque tomó como base de su actualización los principios opuestos a los de la Iglesia Católica (…) La Iglesia que afirma semejantes errores es a la vez cismática y herética. Esta Iglesia conciliar no es, pues, católica. En la medida en que el papa, los obispos, sacerdotes o fieles adhieren a esta nueva Iglesia, se separan de la Iglesia Católica. La Iglesia de hoy sólo es la verdadera Iglesia en la medida en que sigue y hace cuerpo con la Iglesia de ayer y de siempre. La norma de la fe católica es la Tradición (…) El pedido de Mons. Benelli es, pues, luminoso: sumisión a la Iglesia conciliar, a la Iglesia de Vaticano II, a la Iglesia cismática. Nosotros proseguimos en la Iglesia Católica”.

Declaración de Mons. Lefebvre, el 4 de agosto de 1976:

“Este concilio representa, tanto a los ojos de las autoridades romanas como a los nuestros, una nueva Iglesia, que llaman por otra parte la Iglesia conciliar (…) Entran en el cisma todos los que cooperan a la aplicación de esta convulsión, aceptan y adhieren a esta nueva Iglesia conciliar (como la designa Mons. Benelli en la carta que me envía en nombre del Papa, el 25 de junio último)”.

Prólogo del libro Acuso al Concilio. Mons. Lefebvre, París, 27 de agosto de 1976:

“Se piden y se imponen todas las reformas y orientaciones oficiales de Roma en nombre del Concilio. Ahora bien estas reformas y orientaciones son de tendencia francamente protestantes y liberales. Es a partir del Concilio que la Iglesia, o al menos los eclesiásticos ocupando los puestos clave, tomaron una orientación claramente opuesta a la Tradición, al Magisterio oficial de la Iglesia.

Pretenden pasar por la Iglesia viva y maestros de la verdad, libres de imponer a los clérigos y a los fieles nuevos dogmas: el progreso, la evolución, el cambio, y una obediencia ciega e incondicional.

Volvieron la espalda a la verdadera Iglesia de siempre, le han dado nuevas instituciones, un nuevo sacerdocio, un nuevo culto, una nueva enseñanza siempre en la búsqueda, y esto en nombre del Concilio.

Es fácil pensar que cualquiera que se oponga al Concilio, su nuevo evangelio, será considerado como fuera de la comunión de la Iglesia. Se les puede preguntar ¿de qué Iglesia? Responderán de la Iglesia conciliar.

(…) Este descubrimiento obliga a preguntarse: ¿cuál ha sido en toda esta obra el papel del Papa? ¿Su responsabilidad? En verdad, ella parece tremenda, a pesar del deseo de absolverlo de esta terrible traición a la Iglesia.”

Carta de Mgr Lefebvre al cardenal Ratzinger, 24 de mayo de 1988:

“Eminencia, me parece necesario precisarle lo que le escribía el 6 de mayo. Reflexionando, nos resulta claro que el objetivo de los coloquios y de la reconciliación es integrarnos en la Iglesia Conciliar, la única Iglesia a la cual hacía usted alusión en las conversaciones”.

Conferencia de Prensa, 15 de junio de 1988:

“El Cardenal Ratzinger lo repitió varias veces: “Monseñor sólo hay una Iglesia, no puede haber una Iglesia paralela”. Le dije: “Eminencia, no somos nosotros quienes hacemos una Iglesia paralela, puesto que seguimos la Iglesia de siempre; son ustedes quienes hicieron la Iglesia paralela habiendo inventado la Iglesia del Concilio, la que el cardenal Benelli llamó la Iglesia conciliar; son ustedes quienes inventaron una iglesia nueva, quienes se hicieron nuevos catecismos, nuevos sacramentos, una nueva misa, nueva liturgia, esto no viene de nosotros. Nosotros, seguimos lo que se hizo antes. No somos nosotros quienes hacemos una nueva iglesia”.

¿Por qué esta interrupción de los coloquios? 19 de junio de 1988:

“Y cuando pensamos en la historia de las relaciones de Roma con los Tradicionalistas desde 1965 hasta nuestros días, nos vemos obligados a constatar que es una persecución sin respiro y cruel para obligarnos a la sumisión al Concilio (…) La Roma actual conciliar y modernista no podrá nunca tolerar la existencia de un vigoroso ramo de la Iglesia Católica que la condena por su vitalidad”.

Homilía del 30 de junio de 1988:

“¿Cuál es esta verdad para ellos, si no la verdad del Concilio Vaticano II, si no la verdad de esta Iglesia conciliar? Por lo tanto, queda claro que para el Vaticano, la única verdad que existe hoy, es la verdad conciliar. Es el espíritu del Concilio. Es el espíritu de Asís. He aquí la verdad de hoy. Y esto no lo queremos por nada del mundo”.

Carta abierta al cardenal Gantin:

“Nosotros jamás quisimos pertenecer a ese sistema que se califica a sí mismo de Iglesia Conciliar y se define por el Novus Ordo Missæ, el ecumenismo indiferentista y la laicización de toda la sociedad. Sí, nosotros no tenemos ninguna parte, nullam partem habemus, con el panteón de las religiones de Asís; nuestra propia excomunión por un decreto de Vuestra Eminencia o de otro dicasterio no sería más que la prueba irrefutable. No pedimos nada mejor que el ser declarados ex communione del espíritu adúltero que sopla en la Iglesia desde hace veinticinco años; excluidos de la comunión impía con los infieles.”

Ecclesia Dei afflicta. Mons. Bernard Tissier de Mallerais:

“Concluyamos: La ruptura esencial es bien de naturaleza doctrinal. Pero no es un cisma de Mons. Lefebvre con la Iglesia. Es la ruptura (por no decir el cisma, ya que no tenemos la autoridad para pronunciarlo), la ruptura de la Iglesia de Vaticano II y de la Roma ocupada, con la verdadera tradición viva. La declaración de excomunión del Arzobispo fiel, de su colega en el episcopado y de sus cuatro hijos es la declaración oficial por Roma de esta última ruptura: es la Roma ocupada la que declara su propia ruptura con la tradición (por no decir su propio cisma y su propia excomunión). Para nosotros, no declaramos nada, si no que permanecemos en comunión con todos los papas de la Iglesia Católica que precedieron esta “Iglesia conciliar” que aflige y mancha el rostro de la Esposa inmaculada de Jesucristo”.

Conferencia de Mons. Lefebvre, el 9 de septiembre de 1988:

“Ustedes continúan y representan de verdad la Iglesia, la Iglesia Católica. Creo que es necesario convencerse de esto: ustedes representan de verdad la Iglesia Católica. No que no haya Iglesia fuera nosotros; no se trata de eso. Pero este último tiempo, se nos ha dicho que era necesario que la Tradición entrase en la Iglesia visible. Pienso que se comete allí un error muy, muy grave.

¿Dónde es la Iglesia visible? La Iglesia visible se reconoce por las señales que siempre ha dado para su visibilidad: es una, santa, católica y apostólica.

Les pregunto: ¿dónde están las verdaderas notas de la Iglesia? ¿Están más en la Iglesia oficial (no se trata de la Iglesia visible, se trata de la Iglesia oficial) o en nosotros, en lo que representamos, lo que somos?

Queda claro que somos nosotros quienes conservamos la unidad de la fe, que desapareció de la Iglesia oficial.

(…) Todo eso pone de manifiesto que somos nosotros quienes tenemos las notas de la Iglesia visible. Si hay aún una visibilidad de la Iglesia hoy, es gracias ustedes. Estas señales no se encuentran ya en los otros.

(…) Por supuesto, se podrá objetársenos: “¿Es necesario, obligatoriamente, salir de la Iglesia visible para no perder el alma, salir de la sociedad de los fieles unidos al Papa?”

No somos nosotros, sino los modernistas quienes salen de la Iglesia.

En cuanto a decir “salir de la Iglesia Visible”, es equivocarse asimilando Iglesia oficial a la Iglesia visible.

Nosotros pertenecemos bien a la Iglesia visible, a la sociedad de fieles bajo la autoridad del Papa, ya que no rechazamos la autoridad del Papa, sino lo que él hace. Reconocemos bien al Papa su autoridad, pero cuando se sirve de ella para hacer lo contrario de aquello para lo cual se le ha dado, está claro que no se puede seguirlo.

¿Salir, por lo tanto, de la Iglesia oficial? En cierta medida, ¡sí!, obviamente.

Es necesario, pues, salir de este medio de los obispos, si no se quiere perder el alma.

Pero eso no basta, ya que es en Roma donde se instala la herejía. Si los obispos son herejes (incluso sin tomar este término en el sentido y con las consecuencias canónicas), no es sin la influencia de Roma.

(…) Esta es la razón por la que no podemos vincularnos con Roma.

Suceda lo que suceda, debemos seguir como lo hemos hecho, y el Buen Dios nos muestra que siguiendo esta vía, cumplimos con nuestro deber.

No negamos la Iglesia Romana. No negamos su existencia, pero no podemos seguir sus directivas. No podemos seguir los principios del Concilio. No podemos vincularnos.

Me di cuenta de esta voluntad de Roma de imponernos sus ideas y su manera de ver. El cardenal Ratzinger me decía siempre: “Pero Monseñor, sólo hay una Iglesia, no es necesario hacer una Iglesia paralela”.

¿Cuál es esta Iglesia para él? La Iglesia conciliar, queda claro.

Cuando nos dijo explícitamente: “Obviamente, si se les concede este protocolo, algunos privilegios, deberán aceptar también lo que hacemos; y por lo tanto, en la iglesia Saint-Nicolas-du-Chardonnet será necesario decir una nueva misa también todos los domingos”

Ustedes ven que quería traernos a la Iglesia conciliar. No es posible, ya que queda claro que quieren imponernos estas novedades para terminar con la Tradición.

No conceden nada por aprecio de la liturgia tradicional, sino simplemente para engañar a aquellos a quienes lo dan y para disminuir nuestra resistencia; insertar una cuña en el bloque tradicional para destruirlo.

Es su política, su táctica consciente. No se equivocan, y ustedes conocen las presiones que ejercen”.

Entrevista de Mgr Lefebvre un año después de las consagraciones:

“Son cosas que son fáciles de decir. Ponerse dentro de la Iglesia, ¿qué es lo que eso quiere decir? Y en primer lugar, ¿de qué Iglesia se habla? Si es de la Iglesia conciliar, sería necesario que nosotros, quienes luchamos contra ella durante veinte años porque queremos la Iglesia Católica, volviésemos a entrar en esta Iglesia conciliar para supuestamente volverla católica. ¡Es una ilusión total!

No son los súbditos los que hacen a los superiores, sino los superiores los que hacen a los súbditos.

En toda esta Curia romana, entre todos los obispos del mundo, que son progresistas, yo habría sido ahogado completamente. No habría podido hacer nada, ni proteger a los fieles y a los seminaristas.

(…) Es increíble que se pueda hablar de Iglesia visible en relación a la Iglesia conciliar y en oposición con la Iglesia Católica que nosotros intentamos representar y seguir.

No digo que seamos la Iglesia Católica. Nunca lo he dicho. Nadie puede acusarme de haber querido tomarme por un papa.

Pero, nosotros representamos de verdad la Iglesia Católica tal como era antes, puesto que seguimos eso que siempre ha hecho.

Somos nosotros quienes tenemos las notas de la Iglesia visible: la unidad, la catolicidad, la apostolicidad, la santidad. Es eso lo que constituye la Iglesia visible.

(…) Que se nos comprenda bien, no estamos en contra del Papa como representante de todos los valores de la Sede Apostólica, que son inmutables, de la sede de Pedro; pero estamos contra el Papa que es un modernista, que no cree en su infalibilidad, que hace ecumenismo.

Obviamente estamos en contra de la Iglesia conciliar, que es prácticamente cismática, incluso si no lo aceptan. En la práctica es una Iglesia virtualmente excomulgada, porque es una Iglesia modernista.

Son ellos quienes nos excomulgan, mientras que nosotros queremos seguir siendo católicos. Queremos permanecer con el Papa católico y con la Iglesia Católica. He aquí la diferencia.

Pienso, pues, que no hay que tener ninguna vacilación ni ningún escrúpulo respecto de las consagraciones episcopales. No somos ni cismáticos, ni excomulgados; no estamos en contra del Papa. No estamos en contra de la Iglesia Católica. No hacemos una Iglesia paralela. Todo eso es absurdo.

Somos lo que siempre hemos sido: católicos que continúan. Es todo. No hay que buscar mediodía a las catorce. ¡No constituimos una “pequeña Iglesia”!”

Prólogo al libro Itinerario Espiritual, 29 de enero de 1990:

“No hay que tener miedo de afirmar que las autoridades romanas actuales, desde Juan XXIII y Pablo VI, se hicieron las colaboradoras activas de la francmasonería judía internacional y del socialismo mundial.

Jean Pablo II es ante todo un político filocomunista al servicio de un comunismo mundial con color religioso. Ataca abiertamente a todos los Gobiernos anticomunistas, y no aporta por sus viajes ningún renuevo católico.

Estas autoridades romanas conciliares no pueden, pues, sino oponerse feroz y violentamente a toda reafirmación del Magisterio tradicional.

Los errores del Concilio y sus reformas permanecen la norma oficial consagrada por la profesión de fe del Cardenal Ratzinger de marzo de 1989.

(…) Escucho decir: “¡Usted exagera! Hay cada vez más buenos obispos que rezan, que tienen la fe, que son edificantes…”

Aunque fuesen santos, en cuanto admiten la falsa libertad religiosa (por lo tanto el Estado laico), el falso ecumenismo (por lo tanto la admisión de varias vías de salvación), la reforma litúrgica (por lo tanto la negación práctica del sacrificio de la Misa), los nuevos catecismos con todos sus errores y herejías, contribuyen oficialmente a la revolución en la Iglesia y a su destrucción.

El Papa actual y estos obispos ya no transmiten Nuestro Señor Jesucristo sino una religiosidad sentimental, superficial, carismática donde no pasa ya la verdadera gracia del Espíritu Santo en su conjunto.

Esta nueva religión no es la religión católica; es estéril, incapaz de santificar la sociedad y la familia…”

Prólogo de Mons. Lefebvre al N° 1 de la Documentación sobre la Revolución en la Iglesia, Ecône, 4 de marzo de 1991:

“El Padre Giulio Tam, miembro de la FSSPX, de origen italiano, y que recibe diariamente L’Osservatore Romano, Diario Oficial de la Curia Romana, creyó bien para la información de sus colegas, recoger los pasajes más significativos de los discursos del Papa y de las autoridades Romanas sobre los temas más actuales.

Esta reagrupación lanza una luz tan clara sobre la Revolución doctrinal inaugurada oficialmente en la Iglesia, en el Concilio, y seguida hasta nuestros días, que no puede impedirse de pensar en la “Sede de Iniquidad” predicha por León XIII, o en la pérdida de la Fe de Roma predicha por Nuestra Señora de la Salette.

La difusión y la adhesión de las autoridades Romanas a los errores masónicos condenados muchas veces por sus antecesores es un gran misterio de iniquidad que arruina en sus fundamentos la Fe católica.

Esta dura y dolorosa realidad nos obliga en conciencia a organizar por nosotros mismos la defensa y la protección de nuestra Fe Católica.

El hecho de sentarse sobre las sedes de la autoridad no es ya, ¡desgraciadamente!, una garantía de la ortodoxia de la fe de los que las ocupan.

El propio Papa difunde en adelante sin parar los principios de una falsa religión que tiene por resultado una apostasía general.”

4 comentarios sobre “ANEXO 8

  1. Me parece que falta un texto muy importante de Mons. Lefebvre que es la carta a Juan Pablo II el 8 de marzo de 1980:

    «… me permito afirmar nuevamente lo que siempre he expresado:

    2) Que estoy plenamente de acuerdo con el juicio que Vuestra Santidad ha dado respecto del Concilio Vaticano II el 6 de noviembre de 1978 en la reunión del Sacro Colegio: ‘Que el Concilio debe comprenderse a la luz de toda la Santa Tradición y sobre la base del magisterio constante de la Santa Iglesia’.

    3) En cuanto a la Misa del Novus Ordo, pese a todas las reservas que se deben hacer al respecto, jamás he afirmado que en sí sea inválida o herética.

    Daré gracias a Dios y a Vuestra Santidad si estas declaraciones pudieran permitir la libre aplicación de la liturgia tradicional y el reconocimiento por parte de la Iglesia de la Fraternidad San Pío X como la de todos aquellos que, firmando esta declaración, están empeñados en salvar a la Iglesia perpetuando su Tradición.

    …»

  2. Sangre amarilla, como chino comunista escribe en este blog…

    Monseñor, como tengo entendido, se retracta más tarde de «comprenderse a la luz de toda la Santa Tradición» el nefasto Concilio Vaticano II… aparte, para su tranquilidad no solo se retractó y lo digo ahora yo, sino que los mismos padres de la FSSPX estan concientes que no es posible ver a la luz de la tradición esta maldad «segundavaticaniana», sacerdotes de los cuales algunos están encargados de las discusiones doctrinales… y hablando simplemete sólo a la luz de la tradición se vería que el concilio enseña romper con la tradición… no seguirla… ud. es desde ya un vaticanista modernista muy barato por cierto… porque no sabe ver la tradición y no entiende el vaticano II en su intención, más que en sus hechos… fue para hacer daño y mal… fue para confundir y por obediencia conquistar los corazones y las voluntades… y lo lograron… y lo lograron con ud al parecer…

    En cuanto a la Misa Nueva, decir que no es herética pero lleva a la herejía, es en un sentido lo mismo… por eso afirma al decir el santo Obispo «todas las reservas que se deben hacer al respecto» claro esta que no se va a reservar algo bueno… como una sopa envenenada (ejemplo de los sacerdotes de la FSSPX hace un tiempo atrás) tal vez sea sopa de vegetales o de pollo o quik, pero ahora envenenada, tronada en sus más profundas esencias, (antes sanaba y ahora mata) no es heretica pero lleva a todos los que beben de ella a la herejía… ud que me dice? Mosn. Lefebvre no lo recomienda… ud la bebe… se muere ud la deja… vive… hay que ver las cosas de un modo simple… de nada le sirve a firmar lo que afirma…

    Le aseguro que el RP Ceriani esta muy al tanto de que dijo y dejo de decir SER Mons Lefebvre, él lo ordenó… por él escribe esta carta… lea de nuevo le recomiendo esta carta… léala y saque fruto de ella… no sea ciego por voluntad…

  3. Claramente se ve lo que quería transmitir SER Mons. Lefebvre… ud cita un texto del ´80… pero, incluso matemáticamente esto es comprobable… que desde el ’74 hasta el ’91 deja muy claro que piensa acerca de la Msa y del Magisterio Posconciliar… lea todo lo que Mons Lefebvre dice, no solo lo que le conviene… pero le advierto… hay que ser macho pa ver la verdad eh? a ver si se anima… hay lugar todavía para los hombre de buena voluntad…

  4. Las implicaciones judaizantes de la Iglesia Conciliar y el diferendo pontificio {opuesto a la sentencia dictada por Cristo [Mateo XXIII, 1 al 35], señalando como reos merecedores de pena eterna a los seguidores de la doctrina (ethos supremaciíta) y la conducta (pathos criminal y genocida serial) judía}, al opinar falazmente que “los judíos son nuestros hermanos mayores en la fe”, son una grave apostasía que ameritan la apelación del procedimiento de beatificación de Juan Pablo II, que decidirá la victoria o derrota del judaísmo sobre el cristianismo y, la trascendencia o la involución de la humanidad. http://www.scribd.com/doc/33094675/BREVE-JUICIO-SUMARIO-AL-JUDEO-CRISTIANISMO-EN-DEFENSA-DEL-ESTADO-LA-IGLESIA-Y-LA-SOCIEDAD

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