ANTIGUO SERMÓN DEL NOMBRE DE MARÍA

SU DULZURA

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Albricias, que tenemos ya el Nombre de María en el mundo, y con Él todas las felicidades. Ya suena en nuestros oídos: Nomen Virginis Maria. Ya le pronuncian nuestros labios: Nomen Virginis Maria.Este es el epíteto más propio de este soberano Nombre; este le da la Santa Iglesia en la oración de este día: Deus qui gloriosam Matrem tuam nominari Mariam voluisti; concede quæsumus, ut qui dulce Mariæ Nomen implorant, perpetuum sentiant tuæ benedictionis effectum. Dios, que quisiste se llamase María tu gloriosa Madre, concede que todos los que imploran el dulce Nombre de María, experimenten el perpetuo efecto de tu bendición.

Dulce llama al Nombre de María, y todos le llaman dulce, porque es el Nombre dulce por excelencia.

También se llama dulce el Nombre de Jesús, pero dice Ricardo de San Laurencio que, en cierta manera, es más dulce el de María, porque como el Nombre de Jesús es Nombre poderoso, varonil, podemos temer en Él alguna austeridad; mas como el Nombre de María es nombre de mujer, blando, suave, apacible, manso, no hay en Él nada que temer.

En una palabra, se puede decir, que el Nombre de Jesús es nombre de Padre y de Juez; el de María es nombre de Madre y Abogada; y siempre causa mayor dulzura el nombre de la madre que el del padre, y más siendo Juez el Padre y Abogada la Madre.

Al Nombre de Jesús llama la Santa Iglesia Santo en su oración, Sanctum Nomen, porque es santo por antonomasia, para dejar al Nombre de María el epíteto de Dulce, Dulce Mariæ Nomen, porque es dulce por excelencia.

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Mas, ¿en qué consiste la dulzura de este Nombre? San Antonio de Padua lo declara en un sermón por estas palabras: el Nombre de María es júbilo para el corazón, es miel para la boca, y es melodía para el oído. Buscábamos una dulzura, y hemos hallado tres; es tres veces dulce, dulce como miel, dulce como melodía, y dulce como júbilo; para el corazón es júbilo, para los oídos es melodía, y para los labios miel: Iubilus in corde, mel in ore, melos in aure.

Para todos será gustoso tratar del Nombre de María, para el predicador y para los oyentes; porque para todos será dulce; para quien predica como miel, para quien oye como melodía, y para quien oye y para quien predica como jubilo.

Y todos necesitamos de tres gracias, gracia en los labios, en los oídos y en el corazón, para gustar, percibir, y sentir la dulzura de este Nombre. Pidámosla con la salutación acostumbrada: Ave María…

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Hablando el melifluo Padre San Bernardo con la Reina del Cielo, le dice estas palabras: Ninguno puede nombrarte, oh María, sin que enciendas su voluntad, ninguno puede pensar en Ti, sin que recrees el afecto de los que te aman, porque nunca entras por las puertas de la piadosa memoria sin llenarla de divina dulzura. Quien ama a María percibe las dulzuras de su Nombre, en la boca, en el oído y en el corazón; si alguno no las sintiere, señal es que no ama. Si no le supiere el Nombre de María a miel cuando le pronuncia, eche la culpa a su paladar enfermo, no al Nombre melifluo. Si no percibiere melodía al escucharle, culpe a su oído destemplado, no al Nombre armonioso. Si no experimentare júbilo al oírle o pronunciarle, atribúyalo a su corazón dañado, no al Nombre delicioso; porque verdaderamente es para los que aman a la Virgen: Mel in ore, Melos in aure, Iubilus in corde.