OSKO: LAMENTACIONES del Padre Bouchacourt

BOUCHACOURTIANAS LAMENTACIONES

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Hace algunos meses, en el Iesus Christus 140, el Padre Bouchacourt, nos regalaba un Editorial pleno de optimismos y pensamientos triunfalistas.

Es que, en su «Canto del Cisne», nos contaba, con una pasmosa seguridad, que el Concilio Vaticano II tenía los días contados.

En su hipótesis, el Padre Bouchacourt sostenía como principal argumento que, como los que habían participado del Concilio Vaticano II poco a poco iban acudiendo a la inevitable cita con el Señor, pronto ya no iban a quedar de aquellos y que, por lo tanto, Vaticano II y su espíritu estaban condenados a desaparecer y pronto no serían más que un mal recuerdo.

Esto es algo así como pretender que, porque se murieron Lutero y Calvino, ya no quedan luteranos ni calvinistas en el mundo.

En fin, era su idea (¿tiene ideas?… ¿recuperó la razón?…) en aquel momento…

Y… ¿Qué pasó?

Pasó que Benedicto XVI renunció y que, en el plazo establecido, eligieron a Bergoglio.

Se le quemaron los papeles al Padre Bouchacourt (reconozcamos que no solo a él); y luego de un tiempo supuestamente dedicado a la reflexión (¿reflexiona?…), nos entrega un nuevo editorial, en el número 141 de Iesus Christus, en el que describe su visión (¿con anteojos negros o rosados?) acerca de la nueva situación…

Ya no hay cisnes cantando, y menos muriéndose…

Ya no hay un inevitable designio que culmina con la desaparición del Concilio Vaticano II…

Ya no hay más «agonía» del Concilio Pastoral…

Ya no se apagan «sus luces»…

Ya (parece) da lo mismo si los actores directos y/o testigos del conciliábulo van falleciendo o no…

En definitiva, y de repente, ya no disminuye «la adhesión visceral al Concilio Vaticano II», disminución que el Padre Bouchacourt veía en ese momento, pero que, apenas unos cuatro meses después, parece haberse transformado en «aumentación».

En el Planeta Bouchacourt existen los «Muertos Vivos».

Es que el «moribundo» Concilio y la pesadilla que él representa han vuelto con nuevos bríos, según ahora vislumbra el Padre Bouchacourt (¿con qué anteojos?)… Aunque, en realidad, no se habían ido a ninguna parte…

Ya no hay lugar para que «la razón recupere su lugar».

Y lo más gracioso del caso…, parece ser que el triunfo que anunciaba hace apenas cuatro meses, tomando como referencia las palabras de su más que venerado Superior General, ha quedado definitivamente sepultado por los hechos:

En el Iesus Christus 140 el Padre Bouchacourt, que bien podría escribir y dejar para la posteridad un «Tratado sobre la Obsecuencia», decía lo siguiente:

«Monseñor Fellay lo decía en el sermón pronunciado en San Nicolás de Chardonnet el 11 de noviembre pasado: «No abandonamos la idea de que un día volvamos a ganar a la Iglesia a su Tradición». Este retorno no sucederá más que gracias al Papa. ¿Será el actual? ¿Será su sucesor? Sólo Dios lo sabe.»

Y bueno… no fue precisamente profética toda esta palabrería. Ni «el actual» ni… «su sucesor»

Si no fuera todo lo trágico que es, este augurio movería a risa sin duda alguna.

Podríamos sacar algunas conclusiones comparando ambos Editoriales del Padre Bouchacourt. Podríamos comentar el último Editorial escrito cuatro meses después de su «Canto del Cisne».

Nos parece más entretenido hacerlo, usando un modo menos convencional y precedido por algunos breves comentarios:

Nos ha parecido que, más que como un «editorial», es conveniente presentarlo con otro formato, distinto y más artístico; por eso es que les proponemos aquí las:

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del Padre Bouchacourt

Primera lamentación:
El autor, desolado, se lamenta al ver como se vuelan, junto con todos los ornamentos, la muceta y el pontifical, sus sueños de restauración; también entona un «adagio al olvido» por su amado renunciante:

«Adiós a la muceta y a los ornamentos primorosamente adornados; adiós al ceremonial pontifical triunfalista y viva el regreso a la sencillez de «la Iglesia pobre para los pobres». El mundo aplaude calurosamente y ya ha arrojado a las profundidades del olvido a su predecesor Benedicto XVI, no obstante que aún esté vivo.»

Segunda lamentación:
El autor llora al constatar que el sucesor de su amado no habla ya de aquello que debía morir, sino que LO VIVE y lo encarna. Muy lejos de ser quien restaure el objeto de los desvelos del autor de estas LAMENTACIONES, la tragedia se torna dramática, ya que el impostor jamás ha conocido aquel objeto pero, no obstante, lo detesta:

«Este despojo iniciado y alentado por el último Concilio Vaticano II parece haber alcanzado su cumplimiento con el Papa Francisco, pues a diferencia de su predecesor, el nuevo Papa hace muy pocas alusiones directas al Concilio Vaticano II: simplemente ¡lo vive! Es el primer sucesor de San Pedro que no ha celebrado nunca la Misa tradicional, ya que fue ordenado en diciembre de 1969, pocas semanas después de que fuera impuesto el Novus Ordo Missæ.»

Tercera lamentación: Luego de una breve descripción, nuestro desolado autor narra el haber constatado que, además y precisamente por sus particulares características personales, el nuevo ocupante del Trono goza de una gran popularidad… O Tempora o Mores!:

«El Cardenal Bergoglio fue un hombre totalmente embebido del espíritu del Concilio, en cuya fuente alimentó su sacerdocio. Así como el Vaticano II quiso centrarse totalmente en el hombre, el Cardenal centró también sobre el hombre su apostolado, orientándolo a la lucha contra la pobreza, la injusticia y la corrupción. Lo hizo con un convencimiento real, ganándose una gran popularidad entre los desfavorecidos, juntando con ello una vida sencilla y austera.»

Cuarta Lamentación:
La obra gana en escabrosas insinuaciones… Eso de las chicas… y una musulmana… hum… Pero el autor recobra la compostura y termina con una afirmación de tono evidentemente político:

«Animado por este mismo espíritu, el pasado Jueves Santo, como «obispo de Roma» fue a celebrar la misa en una cárcel romana de menores para lavar allí los pies a unos prisioneros jóvenes, entre los que había dos chicas, de las cuales ¡una era musulmana! Estamos en presencia de un populista militante.»

Quinta Lamentación: Recapitula el autor y retorna hacia los objetos perdidos tan caros a sus sentimientos. Ahora le llega el turno a la solemnidad, al oro y al incienso. Avanza el autor en esta lacerante crisis de despojo, predicada por el Concilio moribundo de hace cuatro meses… La explica como un todo: descubre que es inseparable en el sucesor, el despojo y su misma persona… su vida misma es eso: despojo. (En realidad, los realmente despojados somos nosotros, y de lo que intentan despojarnos es de LA FE):

«Para quien fuera el primado de la Argentina, cualquier fasto crea una barrera entre los pobres y la autoridad, razón por la cual hay que simplificar al máximo todo lo que se pueda simplificar… Como, según él, la liturgia tiene por finalidad reunir a los hombres y manifestarles la ternura de Dios, hay que suprimir toda solemnidad, oro e incienso, y volver a la sencillez del Evangelio. No se trata tanto de una falta de gusto y de una ausencia de cultura litúrgica, sino de la concretización de una doctrina vivida, la que ha predicado el Concilio Vaticano II que él aplica con toda su lógica.»

Sexta Lamentación: El autor se sumerge aún más en las miasmas y la podredumbre del sucesor. En una verdadera catarsis, triste y penosa, describe desesperado lo que todos ya sabíamos, pero que él, despertado cruelmente de su ensueño restauracionista, reprocha con dolor… Cabe preguntarse cómo es que no vio esto mismo en el «olvidado» predecesor (¡Ojo! Jorge Mario no lo olvida…). Esto es sólo atribuible a su exacerbada devoción por su Superior General… ¿O acaso una muceta más o menos, un poco de oro y algo de incienso cambiarían las cosas?… ¡Y yo que pensaba que se trataba de LA FE!:

«Este mismo pensamiento es el que vive en el Papa Francisco desde su elección y lo guía a través del diálogo interreligioso y del ecumenismo, que dice que «quiere proseguir en el surco de sus predecesores». Las religiones, sean las que fuesen, están al servicio del hombre y deben unirse para realizar el plan de Dios sobre la humanidad. Tienen que reunirse y obrar juntas para defender las causas universales en peligro, como el respeto por la vida, la ecología, la paz y la lucha contra todas las exclusiones que provoquen miseria e injusticia.»

Séptima Lamentación: La más larga de todas la Lamentaciones del Padre Bouchacourt. Aquí el autor nos ofrece el clásico respiro. Nos permite descansar, en una suerte de alivio luego del párrafo inicial. Se goza en las «hermosas palabras» del sucesor… pero luego, magistralmente, nos trae nuevamente a la tristeza propia de esta obra trágica. Se apoya para ello en el recurso de la «contradicción». El autor se deshace en reproches al sucesor, al destino, al cisne, al graznido del cisne… en fin, a la Diosa Fortuna. Y por primera vez, la obra adquiere el carácter de «PROFÉTICA», ya que aventura que la cosa va a ir de mal en peor. (Esto también lo sabíamos nosotros, y lo decimos desde hace mucho tiempo… ¡Pero claro!… ¡Justo nosotros!). Parece que el autor no lo sabía, o esperaba otra cosa… Más bien, parece un artilugio para ocultar la traición de los últimos años:

«Este movimiento ecuménico e interreligioso se orienta a la acción, y no puede ser en modo alguno un llamamiento a la conversión para entrar en la Iglesia Católica, única arca de salvación… En el sermón de la misa que celebró ante los cardenales el día siguiente de su elección, el Papa pronunció hermosas palabras sobre Nuestro Señor Jesucristo, fuera de quien no puede haber un apostolado fecundo. Sin Él, dijo, «la Iglesia no sería más que una ONG». Pero varios días después, durante la reunión en la que recibió a los representantes de todas las religiones, el Papa Francisco pidió a las religiones que se unan para salvar los valores esenciales, siendo que una gran parte de los jefes religiosos que asistían no reconocen la divinidad de Nuestro Señor… ¿No hay ahí una contradicción? Tal contradicción es, por desgracia, lo propio del modernismo que denunciaba San Pío X. Este diálogo, créanme, va a ser más efusivo que nunca, ¡como ya lo mostró tantas veces en Buenos Aires! Al contrario de su predecesor, el Papa Francisco ya no va a hablar de la hermenéutica de continuidad del Vaticano II con la Tradición, ni va a tratar de demostrarla. Va a asumir de modo completamente desacomplejado esta ruptura que la Fraternidad Sacerdotal San Pío X ha estado denunciando desde su fundación.»

Octava Lamentación: El autor muestra en esta Lamentación un espíritu declamatorio y de denuncia. Más que lamentación algunos críticos lo han llamado «Revival». Es que el autor comienza a parecerse a aquel que era en otras épocas. Sin dudas, lo que ha querido es darnos una pincelada de arte retro, tan en boga por estos tiempos. Nosotros, que hace mucho tiempo no vemos a ningún superior o jerarca de la FSSPX expresarse de este modo, hemos preferido llamarlo «Dejà vu… y para la gilada»:

¡Cómo se aleja todo esto de la teología católica enseñada por los Papas hasta Pío XII! El Sumo Pontífice, por función propia, debe defender, explicar y transmitir el depósito de la fe que ha recibido de Jesucristo. Estas actitudes nuevas, enseñadas y practicadas desde hace más de cincuenta años por los Papas sucesivos, provienen de una doctrina nueva que está en ruptura con lo que expresó el Concilio Vaticano I al hablar de la función del Papa: «No fue prometido a los sucesores de Pedro el Espíritu Santo para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, santamente custodiaran y fielmente expusieran la revelación trasmitida por los Apóstoles, es decir el depósito de la fe».

A partir de este momento, el Padre Bouchacourt hace historia; no que él la haga, sino que se refiere a la historia. El Editorial continúa. Si el lector quiere leerlo, provéase del Iesus Christus 141… No vamos a transcribir todo.

Sí diremos que al final del Editorial, que es condenadamente largo, vuelve a la carga el Padre Bouchacourt con algo de lo que él mismo, más adelante, denominará «optimismo ingenuo»:

«¿Habría que desesperarse y lamentarse de estas desgracias de nuestro tiempo? ¡Desde luego que no! Eso sería algo estéril y opuesto al espíritu católico, pues como dice la Sagrada Escritura, «abyssus abyssum invocat», el abismo de la prueba atrae sobre los que aman a Dios la superabundancia de la gracia. No hay que perder valor. Como pidió Nuestra Señora de Fátima, recemos ahora más que nunca por el Papa y ofrezcamos penitencias por él, para que el Espíritu Santo lo ilumine, lo guíe y le dé fuerza para restaurar la Tradición, que es la única que puede salvar a la Iglesia. Esto constituye un deber para cada uno de nosotros, tanto sacerdotes como seglares.»

El Padre Bouchacourt dice que no incurre en aquello del optimismo ingenuo. No estamos seguros de eso.

De lo que si estamos seguros es que el Cisne al que se refería en el editorial del Iesus Christus 140 no canta, ni cantó antes, ni nunca; y que no se trata de un Cisne. Tal vez sea alguna otra ave; no lo sabemos. Pero sea un ave o no lo sea, está muy lejos de morir.

Quizás tenga alas y vuele, y no sea un ave.

Los Ángeles tienen alas, o al menos así se los representan.

Los ángeles caídos, también…

Parece mentira, pero hay quienes pueden confundirse y ver Ángeles donde hay demonios…

No sería para nada extraño a estas alturas en alguien que, todavía, se empeña en pedirle a sus fieles que recen y hagan penitencia para que el Espíritu Santo ilumine a Jorge Mario Bergoglio (el Padre Bouchacourt lo denomina «EL PAPA», en contra de las mismas directivas de «Decimejorge»), para que tenga fuerzas para restaurar la Tradición.

Después de la descripción que el mismo Padre Bouchacourt nos ha dado acerca de Jorge Mario Bergoglio y de los hechos que él mismo describe en su último Editorial, más que ingenuidad, nos parece que en realidad se trata de una soberana estupidez, o algo peor…

Es que parece que, habiéndose agotado las esperanzas puestas hasta hace muy poco en la prosperidad de la, hoy por hoy, improbablemente exitosa empresa acuerdista, quienes dirigen la FSSPX parecen haber caído en la cuenta de que la vida continúa, y tal vez no es un mal negocio endurecer un poquito el discurso…, por el bien de las arcas, ¡claro!…, perdón, de las almas…