PÍO XII Y LA FAMILIA CRISTIANA: LOS TESOROS DE LA ÍNTIMA UNIÓN CON DIOS

PÍO XII Y LA FAMILIA CRISTIANA

Discursos de Su Santidad Pío XII a los recién casados ente los años 1939 y 1943

LOS TESOROS DE LA ÍNTIMA UNIÓN CON DIOS

19 de Julio de 1939

El augurio que se suele repetir a los recién casados, es siempre y en todas partes el mismo: augurio de felicidad. El quiere ser la expresión primera y entera de los sentimientos y de los deseos de los padres, de los parientes, de los amigos y de cuantos participan en su gozo

Es también la súplica con que la Iglesia termina la misa por los esposos: «quos legitima societate connectis, longæva pace custodias». Dios omnipotente, custodia, te suplicamos, con una paz de larga duración a aquellos que has unido con el vínculo legítimo.

Y es ese mismo el voto paterno que Nos hemos acostumbrado dirigir a los esposos que vienen a Roma para implorar la Bendición Apostólica; bendición que es prenda de los favores celestes, de paz y de felicidad para todos estos carísimos hijos.

Al dirigirlo también hoy a vosotros, Nos place poner de relieve el alto significado de este augurio profundamente cristiano, preciosa herencia que nos dejó el Divino Maestro: «Pax Vobis».

La paz, fuente de verdadera felicidad, no puede venir sino de Dios, no puede encontrarse sino en Dios: «Oh Señor, nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en ti».

Por eso la tranquilidad absoluta, la felicidad completa y perfecta no se tendrá sino en el cielo con la visión de la divina esencia.

Pero también durante la vida terrena, la condición fundamental de la paz verdadera y de la sana alegría es la dependencia amorosa y filial de la voluntad de Dios: todo lo que debilita, lo que rompe, lo que quiebra esta conformidad y unión de voluntad, está en oposición con la paz: ante y sobre todo el pecado.

El pecado es ruptura y desunión, turbación y desorden, remordimiento y temor, y los que resisten a la voluntad de Dios no tienen, no pueden tener la paz: Quis restitit Ei et pacem habuit?, mientras la paz es la feliz herencia de los que observan la ley de Dios: Pax, multa diligentibus legem tuam.

Sobre esta base sólidamente establecida, encuentran los esposos cristianos y los padres cristianos el principio generador de la felicidad y el sostén de la paz en la familia.

En efecto, la familia cristiana, huyendo del egoísmo y de la búsqueda de las propias satisfacciones, está toda impregnada de amor y de caridad; y entonces, aunque lleguen a desaparecer los fugaces atractivos de los sentidos, aunque caigan marchitas unas tras otras las flores de la belleza juvenil, aunque se desvanezcan los engañosos fantasmas de la imaginación, quedará siempre entre los esposos, entre los hijos y los padres, intacto el vínculo de los corazones; permanecerá inmutable el amor, el grande animador de toda la vida doméstica, y con él la felicidad y la paz.

Porque quien estima el rito sagrado de las bodas cristianas como una simple ceremonia exterior que hay que observar para seguir una costumbre, quien lleva a él un alma en desgracia de Dios, profanando así el sacramento de Cristo, seca el manantial de gracias sobrenaturales que en el designio admirable de la providencia están destinadas a fecundar el jardín de la familia y a hacer germinar en él juntamente las flores de la virtud y los frutos de la verdadera paz y del gozo más puro.

Familias inauguradas en culpa, a la primera tormenta darán consigo en los escollos, o bien andarán como nave abandonada a merced de las olas, a la deriva de doctrinas que, en la llamada libertad o licencia, preparan la más dura esclavitud.

Los profanadores de la familia no tendrán paz; sólo la familia cristiana concorde con la ley del Creador y del Redentor, ayudada por la gracia, es garantía de paz.

He aquí, queridísimos recién casados, la significación del augurio paterno que nos brota férvido y sincero del corazón: paz con Dios en la dependencia de su voluntad, paz con los hombres en el amor con la verdad, paz consigo mismo en la victoria de las pasiones: triple paz, que es la única felicidad verdadera de la que es posible gozar, durante la peregrinación terrena.

Que sea auspicio de tanto bien la bendición paterna que de todo corazón os impartimos.