JUAN XXIII – GESTOR E IMPULSOR DE DESGRACIAS

EL «BEATO» QUE NOS TRAJO LA DESGRACIA, PAPA JUAN XXIII, EL PAPA DEL CONCILIO

Tomado de Amor de la Verdad

El 3 de junio de 1963 a las 7:45 pm, mientras el Cardenal Traglia, Pro-Vicario de Roma, cantaba el Ite missa est  cuando celebraba  la misa por el Papa agonizante, el “buen Papa Juan”  murió en paz, a la edad de 81 años. En la Plaza de San Pedro, la multitud aclamaba al sacerdote, cuya bondad natural había ganado su corazón. El mundo, incluyendo  Moscú, le rindió homenaje. Y su fama de santidad, defendida por los partidarios del Concilio Vaticano II,  convocado por él, le llevó a la beatificación declarada por el Papa Juan Pablo II, el 3 de septiembre de 2000.

Una de sus últimas palabras capta la ambivalencia de este Papa que fue el encargado de abrir la Iglesia al mundo. Después de recibir conscientemente la extremaunción, señaló al crucifijo en la cabecera de su cama, y  dijo a los presentes: “  El secreto de mi ministerio está en el crucifijo que yo siempre quise tener al lado de mi cama. Lo veo cuando me levanto y antes de dormir. Es allí donde puedo hablar con él durante las largas horas de la noche. Miradlo, cómo lo veo yo. Sus brazos están  abiertos al programa de mi pontificado: como está escrito, Cristo murió por todos, por nosotros. Nadie está excluido de su amor y de su perdón. ”

Momentos más tarde, dijo: “  Tuve la gracia de ser llamado por Dios como un niño, nunca pensé en otra cosa, nunca he tenido otras ambiciones. (…) Por mi parte, yo no soy consciente de haber ofendido a nadie, pero si lo hice, pido disculpas. (…) En esta última hora, me siento tranquilo y seguro de que el Señor en su misericordia, no me rechaza. Indigno como soy,  yo quise servir y lo he hecho  con mis mejores esfuerzos para rendir homenaje a la verdad, la justicia, la caridad y mantener un cor mitis y humilis [un corazón manso y humilde] del que nos habla el Evangelio  ”.

Juan XXIII quiso ser el apóstol del amor incondicional de Cristo por los hombres. Pero  los santos canonizados de los últimos años, ¿pensaban también que el amor de Cristo era incondicional? Para medir  lo que les separa del sucesor 261 de  SanPedro, basta recordar su vida,  siguiendo la informadísima biografía de  Peter Hebbletwhaite, académico británico, expulsado de la orden jesuita, experto en la historia de la Iglesia contemporánea .

JOVEN CLÉRIGO QUE APUNTABA A LIBERAL

Como San Pío X  según dice su biógrafo, Angelo Roncalli “nació pobre“, pero esta será la única cosa en común con su santo predecesor, porque no “vivió como pobre” ni  ”su muerte fue la de un pobre “. La “simplicidad” con que ponderaba  los tesoros de las iglesias en  donde  celebraba, para hacérselas después donar, era conocida y temida por los sacristanes de ellas. Nació un 25 de noviembre 1881 en un pequeño pueblo cerca de Bérgamo, en Lombardía,  cuarto de doce hijos de una familia de aparceros, profundamente cristiana.

Angelo demostró ser un  niño piadoso, impermeable a la propaganda de la escuela laica, a la que se vio obligado a asistir. Esto hizo que  su primera comunión la recibiera excepcionalmente a la edad de ocho años. Fue el cura de su parroquia el que cayendo en la cuenta de su inteligencia convenció a sus padres para que prosiguiera  los  estudios, lo que llevó a cabo  con determinación en condiciones muy duras, por lo menos en  el primer año.

Más tarde sin dudarlo, entró en el seminario de Bérgamo , donde recibió una formación tradicional de impronta contrarreformista. Fue un modelo de seminarista,  que seguía una regla de vida, a la que se mantuvo fiel toda su vida.

Su obispo Mons. Guindani, así  como el de Cremona, Mons. Bonomelli eran “acuerdistas“, (conciliariste) es decir, es decir estaban a favor  de la reconciliación entre el Papado y el nuevo Estado italiano. En los acalorados debates que agitaban el seminario sobre este tema, de manera espontánea Roncalli adoptó el punto de vista de su pastor. Uno de sus tíos se entregó con pasión al  trabajo social que la diócesis de Bérgamo desarrollaba.

En 1900, durante un rápido viaje a Roma, el joven seminarista quedó impresionado no sólo por León XIII, sino también por el clima anticlerical de la Ciudad Eterna. Al año siguiente regresó a Roma, esta vez enviado por su obispo para estudiar teología. Allí se aprovechó del tomismo renovado, pero fue sobre todo la historia lo que le fascinó gracias a  su maestro, el padre Benigni futuro auxiliar de San Pío X en la lucha contra el modernismo, quien le infundió su inmensa admiración por la Contra Reforma, sobre todo por  San Carlos Borromeo. La admiración por este santo, no disminuyó con los años llegando hasta el tiempo de su elección al pontificado.  Roncalli trabajaría en la edición crítica de los treinta y nueve volúmenes de  informes de las visitas pastorales ¡de su santo favorito!

Sus estudios fueron interrumpidos en noviembre de 1901 por el año de servicio militar, lo cual le resultó muy doloroso. Regresó a su verdadera vocación, pero un tanto desilusionado por el estado de la humanidad. Pero, como escribió  a su familia, sintió, “ una furia por querer saberlo todo, conocer todos los autores de valor, me puse al tanto del movimiento científico en sus múltiples direcciones  “.

En Roma, fue compañero y amigo de Ernesto Buanaiuti, que sería más tarde excomulgado por modernista. Si Angelo no lo sigue en su mal espíritu  y en su crítica de la formación que recibieron, pero como él  quiere una Iglesia más abierta al mundo moderno y que esté más interesada en la acción social.

Durante estos años, su espiritualidad evolucionó y permanecería así desde entonces. Después de haber sido educado en el temor al pecado, ahora toma esta resolución: “  El sentimiento del amor de Dios y la completa entrega a su voluntad es  la que  tiene que absorber en mí  todo lo demás. 

Pero de este primer período romano, lo más importante que sacó para su futuro,  fue sin duda la relación estrecha que mantuvo, por recomendación de un amigo sacerdote, con el Obispo Tedeschi, capellán de la Obra del Congreso, es decir, la Acción Católica . Sin embargo, este prelado pertenecía al círculo de los partidarios del cardenal Rampolla, secretario de Estado de León XIII, muy liberal y vinculado a la masonería.

El joven Roncalli también  quedó deslumbrado por dos “victorias” de la diplomacia del Papa León XIII: la visita del rey de Inglaterra al Vaticano y poco después  la del emperador de Alemania. En su diario anotó:

Es un signo de los tiempos  esta nueva aurora luminosa  que amanece en el Vaticano después de una noche de tormenta, el lento pero consciente y real retorno de las naciones a los brazos del Padre común  que desde hacía tiempo  las esperaba llorando su desvarío”.

Además de la ingenuidad de esta reflexión  que  ignora el interés con que se beneficiaban los dos jefes de Estado al ser acogidos por el pontífice, sin beneficio real para el reino de Cristo, hay que señalar el uso por primera vez del término signo de los tiempos . Uno de los futuros eslóganes de la próxima  revolución conciliar ¿ justificaba ya entonces la unión de la iglesia a sus enemigos?

Pero lo que se ve  ya es  una característica de Roncalli: su presteza  para extasiarse ante  la apertura de espíritu de los enemigos de la Iglesia. El que cesara la lucha, el que no se anatemizara ya a nadie ¡le parecía  un avance  significativo!

REFRACTARIO A SAN PÍO X

El 4 de agosto de 1903, el Cardenal Sarto fue elegido Papa,  y no el Cardenal Rampolla que había entrado en el cónclave como favorito, tomando  el nombre de Pío X. Una de sus primeras decisiones importantes sería la disolución de la Obra del Congreso, minada por los errores de la Democracia Cristiana. No sería la única medida que golpearía  a los protegidos del Secretario de Estado del difunto Papa.

Angello Roncalli el día de su ordenación.

En este ambiente de conmoción por su “familia espiritual” Roncalli terminó su teología, justo antes de ser ordenado sacerdote el 10 de agosto de 1904. Su proyecto era  llevar a cabo estudios de derecho canónico, pero entonces sucedió el nombramiento de Mons. Tedeschi como obispo de Bérgamo, que inmediatamente lo llamó para que fuera su Secretario.

El nuevo obispo, apenas instalado en su diócesis, va en peregrinación a Francia con su secretario, no por razones de piedad, sino para ver por sí mismo el impacto de la política  de Pío X frente al gobierno francés anticlerical. Volvería convencido de que “¡Pío X perdió la batalla contra el Estado francés”!

Ya sabemos lo suficiente como para observar que el futuro Juan XXIII había recibido una huella imborrable en sus años de formación eclesiástica  en un medio muy opuesto a Pío X y a todo lo que representaba el santo pontífice.

Mantendría, sin embargo, una estima sin límites por el Obispo Tedeschi,  de quien más tarde escribiría la biografía, admirándolo, en particular, por su capacidad para adaptar la Iglesia a las “nuevas condiciones y necesidades de la época.” 

En medio de estas influencias iniciaría una fuerte amistad con el Cardenal Ferrari, arzobispo de Milán, también del clan liberal,  y cuando llegó a ser papa, abriría el proceso de su beatificación, que el Papa Juan Pablo II terminaría en 1987.

Mons. Tedeschi y el Cardenal Ferrari

Cuando el 8 de septiembre de 1907 apareció  la encíclica  Pascendi de San Pío X, que condena enérgicamente el modernismo, los círculos liberales estaban devastados: lo ven como un golpe mortal para el estudio, la ciencia y la inteligencia en la Iglesia. No obstante, el 4 de diciembre, en el tercer centenario de la muerte del cardenal Baronio, el Padre Roncalli dio una conferencia pública que causó un gran revuelo. Es una obra maestra de habilidad que, al tiempo que parece aprobar la encíclica,  hace una labor de zapa,  rindiendo homenaje a la curiosidad intelectual sin restricciones, fundamental para el libre cuestionamiento del conocimiento.

Su biógrafo cuenta que Roncalli no hubiera podido pronunciar esta conferencia sin estar seguro de la protección de personas poderosas, entre las cuales estaban, además del Cardenal Ferrari, el cardenal Mercier, primado de Bélgica, que,  no ahorra  en secreto las más duras críticas a Pío X,  proclamando al mismo tiempo estar en perfecto acuerdo con él.

Es en este cenáculo cerrado en  cuando en 1908 Roncalli oye al viejo obispo de Cremona, Arzobispo Bonomelli  la idea de un Concilio que dejará escrito en su diario:

Un gran concilio ecuménico que debatirá con presteza, libre públicamente,  los principales problemas de la vida religiosa, y tal vez atraerá la atención del mundo sobre la Iglesia, estimulará la fe y abrirá nuevas perspectivas para el futuro

¡Juan XXIII retomará la frase casi textualmente cincuenta y cinco años más tarde!

Una anécdota  ilustrará la oposición entre San Pío X y el futuro Juan XXIII. Es de fecha  de 18 de noviembre de 1908, cuando el santo pontífice recibió en audiencia a una delegación de la diócesis de Bérgamo que venía a  darle 25.100 liras en monedas de oro, por su aniversario. En su diario, Roncalli escribió que Pío X no les concedió ni una mirada, ni  siquiera las gracias por este regalo, pero dirigió a ellos con emoción una firme advertencia contra el modernismo y sus fatales consecuencias, concluyendo con esta frase: “Por supuesto santo, pero no totalmente perfecto, ya que se  dejaba invadir por la ansiedad y se mostraba  tan ansioso” .  Quizás era por perfección por lo que  Juan XXIII ¡nunca se afligiría ni por la salvación de las almas, ni por su propia salvación!

Nótese sin embargo que, después de su retiro en 1910, cuando se debía pronunciar el juramento anti-modernista, escribió en su diario el texto que su biógrafo describe como “incomprensible“,

Las experiencias dolorosas que se han podido constatar aquí y allá este año, las graves preocupaciones del Santo Padre, el llamamiento a los pastores, me convencen, sin querer buscar más , que los vientos de modernismo soplan más fuerte  y más extensamente  de lo que me parecía a primera vista, y bien pueden alcanzar y hacer desviar a los que inicialmente no querían más que la adaptación de la antigua virtud del cristianismo a las necesidades modernas. Muchos incluso los buenos, se equivocaron, tal vez inconscientemente”. 

No obsta, sin embargo, que  su clase de historia en el seminario de Bérgamo sería denunciada  a Roma como modernista. Para defenderse, escribió al cardenal De Lai en junio de 1914, afirmando que el nunca leyó en sus clases al historiador modernista, Monseñor Duchesne, lo cual es ni más ni menos que  mentira, como su biógrafo se ve obligado a reconocer.

Convenía haber hablado un tanto extensamente de sus años de formación, ya que fueron decisivos. Todo Juan XXIII ya está  en ellos. Él mantuvo hasta el final las ideas de aquel  cenáculo liberal, simpatizante con los modernistas, que creció a la sombra de León XIII,  y fue condenado por San Pío X, pero no erradicado puesto que resurgiría en poco tiempo hasta llegar a las más altas esferas de la Iglesia.

 LOS  LENTOS COMIENZOS DE UNA CARRERA

Durante la Primera Guerra Mundial, fue reclutado como capellán médico. La valentía y el heroísmo de los soldados corregiría sus impresiones sobre el servicio militar.También se congratulaba de que por las pruebas que estos hombres compartían con los sacerdotes alojados en los mismos pabellones , había desaparecido el anticlericalismo. El antagonismo entre la Iglesia y el patriotismo italiano moría en las trincheras.

Uno no se sorprende al saber que él  era un entusiasta partidario de la convocatoria por la paz lanzada por Benedicto XV.

Después de la guerra, el nuevo obispo de Bérgamo lo nombró director de la residencia de estudiantes, director espiritual del seminario y director de la Unión de Mujeres Católicas. Él es feliz en este ambiente muy receptivo a los principios de la democracia cristiana. Apoya  el Partito Popolare Italiano del sacerdote siciliano Sturzo; con el Cardenal Ferrari y otros, sueña con una teo-democracia bajo el magisterio de un papa abierto al mundo moderno.

En 1920,  en el Congreso Eucarístico de Bolonia, cuando se temía una revolución comunista en Italia, pronunció un discurso muy aplaudido sobre la Virgen María y la Eucaristía, que terminó dando una lección de serena confianza. Tras este éxito oratorio, el Cardenal Van Rossum, Prefecto de Propaganda, le solicita para el puesto de Director Nacional de la Propagación de la Fe. Él aceptó este nuevo papel que le valió el título de Monseñor, y allí se revelará muy eficiente.

Los acontecimientos de aquellos años  no tienen gran interés. Admirador de Benedicto XV, se muestra mucho más reservado con Pío XI, de quien no entiende, principalmente, la política de compromiso con Mussolini. Él es decididamente anti-fascista,  hasta el punto  que después de una predicación abiertamente contra el régimen, el gobierno reclama su alejamiento  de Roma.

Por esa razón, el 17 de febrero de 1925, fue nombrado visitador apostólico en Bulgaria, donde viven sesenta y dos mil católicos, divididos entre  uniatas y latinos; están perdidos en medio de los ortodoxos que acababan de desgajarse del Patriarcado de Moscú por su anticomunismo y deseaban acercarse tanto a Constantinopla como a Roma. Se esperaba pues de él un informe sobre esta compleja situación.

En el último momento, Pío XI, que lo recibe poco antes de su partida, decide  hacerlo arzobispo, lo que no era necesario para esta misión. Fue consagrado el  03 de marzo 1925.

Fue entonces cuando conoció a Dom Lambert Beauduin y se convierte partidario del ecumenismo de la caridad, como él decía, dejando de lado las condenaciones pasadas  por haber considerado antes que nada aquello que une .

Se empezó a hablar de él como sucesor del Cardenal Ferrari en Milán, pero Mussolini se opuso a ello. Se quedaría por ello  diez años en Bulgaria, poniendo buena cara a la mala suerte, dedicándose de lleno a los católicos búlgaros y estrechando amistad con la familia real.

A finales de 1934, fue enviado como delegado apostólico a Turquía, donde su predecesor había dado  la espalda  tanto al gobierno secular de Ataturk que el patriarcado de Constantinopla. Su bonhomía hizo  maravillas, todo el mundo le apreciaba. Autoriza innovaciones que  fueron severamente juzgadas en Roma, pero que le valieron el  aprecio de los turcos, como permitir el uso de su lengua en la liturgia de  las invocaciones al Santísimo Sacramento o en las lecturas de la misa.

A la muerte de Pío XI, recibió las condolencias del Patriarca de Constantinopla, lo que nunca se había visto desde el cisma.

En 1939, Turquía que era neutral se convierte en un centro de actividad diplomática de los beligerantes. Roncalli se hizo amigo del embajador de Alemania, el católico Von Papen, que le proporcionará mucha información acerca de las intenciones pacíficas de Hitler. Roncalli lo transmite a  Roma como algo de alto valor en los documentos entregados. Pero en  el Vaticano, Monseñor Tardini, quien tiene la sartén por el mango en la diplomacia de la Santa Sede, no se dejó impresionar, y anotó al margen  de un informe del delegado apostólico en Turquía : “uno que no ha entendido nada”.

De hecho, su biógrafo, establece sin lugar a dudas: la actividad diplomática de Monseñor Roncalli supuso una serie de fracasos, si exceptuamos su capacidad para ser apreciado por todos. Es por eso que él no tendrá una gran reputación en la Secretaría de Estado y en la Curia Romana. Su único éxito fue el rescate de veinte mil judios de Europa Central, a través de sus buenas relaciones con el rey de Bulgaria, y la complicidad de Von Papen.

NUNCIO APOSTÓLICO EN PARÍS

El 06 de octubre 1944, fue nombrado nuncio apostólico en París -¡el puesto más prestigioso de la diplomacia vaticana! – para sustituir al obispo Mons.Valerio Valeri  a quien De Gaulle no perdonaría  haber sido testigo  de la resistencia del mariscal Pétain a su detención por los alemanes. La situación entre Francia y la Santa Sede es muy tensa, por eso se necesitaba alguien que pudiera arreglar las cosas.

De hecho, su biógrafo muestra que  desempeñó un papel muy secundario en la mejora de las relaciones entre De Gaulle y el Vaticano. Sonriendo, sin escrúpulos, muestra el apoyo oficial de la Iglesia al usurpador gaullista. El mariscal de Francia es visto como un interludio desafortunado, como él mismo dice sin rodeos en su primer discurso de bienvenida al nuevo gobierno: Francia vuelve a tomar su tradicional fisionomía y el legítimo lugar que le corresponde entre las naciones ¡Para él la fisionomía tradicional de Francia era la de los Derechos Humanos y la de la Revolución!

Durante los nueve años de su estancia en París, sería muy popular entre los político franceses, que no son cristianos, por su sentido del humor que  hace maravillas en las cenas ceremoniales. Su principio de acción es simple: “El mantenimiento de relaciones pacíficas entre la Iglesia y el Estado es el propósito mismo de la Nunciatura Apostólica . ”

Aunque él estuvo muy interesado en la historia de Francia, abandonó sin embargo el estudio de las ideas contemporáneas. En un primer momento parece preocupado por la situación: “  Francia es como el pueblo elegido, piensa,  que porque es la “hija mayor de la Iglesia” desde hace siglos, puede permitirse cualquier cosa sin mostrar su fe en las acciones. Ella se equivoca, y temo por ella. ”Sin embargo,  cambiaría rápidamente bajo la influencia a la vista de las excelentes relaciones que mantenía con Mons. Montini,  que  era junto con Mons.Tardini, el principal colaborador de Pío XII en aquel momento.

Se puede  decir que en su estancia en Francia adquirió los rasgos que serían  notables durante su pontificado: un optimismo generalizado, con la convicción enraizada de que la Iglesia no tiene necesidad de condenar errores ya que “hoy en día la gente parece comenzar a condenarlos por  sí misma», un gran interés en las acciones  humanitarias y una apertura  incondicional al mundo moderno. Se muestra muy influenciado por el Cardenal Suhard, arzobispo de París, que desea una renovación de la Iglesia mediante un laicado reavivado y un sacerdocio activo y adaptado a la vida moderna industrial.

El 29 de noviembre de 1952 fue nombrado Cardenal, y después de algunas pocas semanas fue nombrado Patriarca de Venecia. Allí sería muy feliz. Allí como en otras ocasiones , su bonhomía  y sentido del humor  conquistarían enseguida el corazón de la gente.  Se encontró con una diócesis muy pobre. No duda en alejarse de los partidos políticos, lo  que es inmediatamente interpretado como una desafeción  de la Democracia Cristiana.

Imitando a San Carlos Borromeo y a San Pío X convoca un sínodo diocesano. Es entonces cuando empleó por primera vez la expresión aggiornamento de la Iglesia. A él le gusta evocar la eterna juventud de la Iglesia, es decir, su capacidad para adaptarse constantemente al mundo en que vive.

Con Montini, ahora arzobispo de Milán, pero a quien  Pío XII  negó el cardenalato, mantiene  una extensa correspondencia, pero fue  una amistad la de ellos   “  vivida con prudencia y discreción“, escribe su biógrafo.

EN EL TRONO DE PEDRO

El Cardenal Roncalli a su llegada al cónclave en compañía del Cardenal Léger

A la muerte de Pío XII,  EL 9 de octubre de 1958, era claro que el cardenal Roncalli era papabile, dada la avanzada edad de los cardenales y su pequeño número. Pero, en general se acepta que el suyoserá un pontificado de transición.

Irónicamente, su biógrafo escribe: “Juan XXIII pudo escribir que él aceptó el honor y la carga del pontificado” con la alegría de poder decir que no he hecho nada para conseguirlo, realmente nada, por el contrario, he tratado cuidadosa y concienzudamente  de no proporcionar, por mi parte, ningún argumento a mi favor”, pero en estas declaraciones se refiere al propio cónclave. ”… porque él había sido muy activa en los días precedentes”».

En efecto, a diferencia del cardenal Sarto, y del cardenal Luciani, que habían logrado sólo asistir a las reuniones de cardenales estrictamente obligatorias, el cardenal Roncalli  multiplicó las visitas y comidas con colegas y personas clave  en el Vaticano. En ausencia de Montini,  se presentó como el hombre adecuadopara preparar el pontificado de este último. Tuvo tanto éxito en sus contactos que en la víspera del cónclave, estaba convencido de que sería elegido.

Sin embargo, las cosas no salieron según lo planeado. Los conservadores a priori no lo quieren ya que él tiene mala reputación con los cardenales de la Curia. En la víspera de la votación XI, los cardenales conservadores Ruffini, arzobispo de Palermo, y Ottaviani, prefecto del Santo Oficio, fueron asu habitación y le transmitieron la necesidad de un Concilio  para condenar los errores modernos. Roncalli diplomáticamente escuchó con interés  pareciendo convencido, y consiguió aquellos votos influyentes.

Después de su elección, el28 de octubre de 1958,  está sorprendentemente tranquilo.Cumpliría 77 años, un mes más tarde.

Su primera decisión fue sorprendente:  eligió al colaborador más cercano y conservador de Pío XII, monseñor Tardini, para ser secretario de Estado, lo que agradó a  la Curia, pero al día siguiente, anunció el nombramiento de  veintitrés cardenales, exigiendo que Mons. Montini fuera el cabeza de la lista.

Su reputación de simplicidad no impidió que Juan XXIII amara la pompa  pontificia, que quiso  fuera respetada en los menores detalles. Sin embargo, será el primer Papa en hacer una homilía durante la Misa de entronización. Desarrolló el tema del Buen Pastor, tema que evocará frecuentemente en otras ocasiones.

Otra de las novedades después de la ceremonia, fue que el nuevo Papa hablara  libremente con los periodistas, presentándose como  el José del Antiguo Testamento reconocido por sus hermanos. Él ya había utilizado esta comparación en Bulgaria, Turquía, Grecia y París, y la repitió sin cesar. Por tanto, da dos claves de su pontificado: la unidad en la vida de la iglesia y la paz del mundo.

LA INSPIRACIÓN DE UN CONCILIO

Es 25 de enero 1959, durante un consistorio celebrado en San Pablo Extramuros después de la ceremonia de clausura de la semana de la  Unidad,  anunció su determinación de convocar un concilio ecuménico. Ante eso, los Cardenales no tienen ninguna reacción, dejando a Juan XXIII, un poco decepcionado. Montini fue el primer sorprendido;  como escribió a un amigo: “El astuto santo viejo no parece  darse cuenta en que avispero se mete.”

Más tarde, en 1962, Juan XXIII  lo presentará como una inspiración del cielo. Le habría venido súbitamente durante una discusión con Mons. Tardini el 20 de enero de 1959:

«Súbitamente, una gran idea surgió en Nos e iluminó nuestra alma. Nos la acogimos  con  una confianza inefable en el  Divino Maestro, la palabra vino a nuestros labios, como un imperativo solemne. Nuestra voz lo expresó por primera vez: un Concilio  “

En su diario, que sabía iba a ser publicado después de su muerte, escribió el 15 de septiembre de 1962,  tres semanas antes de la apertura del Concilio:

Sin haber pensado antes en ello, en mi primera conversación con el Secretario de Estado, el 20 de enero de 1959, pronuncié las palabras de Concilio Ecuménico,  Sínodo Diocesano y  revisión del Código de Derecho Canónico, y  esti sin que yo hubiera hecho antes  hipótesis o  proyecto alguno.  El primero en ser sorprendido por esta sugerencia que hice, era yo mismo, ¡cuando nadie me había dado una pista!  ”

Su biógrafo benevolente habla de “reorganización  inconsciente de sus recuerdos“, ¡con que elegancia se dicen las cosas! Esto es simplemente una mentira obvia.

Pero honesto como era, Pedro Hebbletwhaite recordó  que fue Mons. Ruffini quien tuvo esa idea en 1939, incluso antes de que fuera cardenal, pero Pío XII no la consideró. Cuando llegó a  arzobispo de Palermo, volvió a la carga en 1948, con el apoyo del cardenal Ottaviani, a fin de obtener la condena de los errores modernos; esta vez, el Papa ordenó secretamente prepararlo. Pero Pío XII abandonó unos meses más tarde la idea, viendo  que las reacciones de los prelados consultados comenzaban a mostrar grandes divisiones en el seno del episcopado. Finalmente, en el último cónclave, los dos cardenales se dirigieron a aquél a  quien se orientaba el voto.

El 30 de octubre de 1958, dos días después de su elección, el Papa Juan XXIII habló con su secretario y se hizo traer los documentos guardados en los  archivos de la preparación hecha por Pío XII en 1948.  Después de tener conocimiento de ellos, decidió que su concilio tendría un espíritu diferente: su principal objetivo sería pastoral, no doctrinal, era necesario para satisfacer las necesidades cambiantes de la Iglesia y el mundo. La  decisión fue definitivamente tomada  el 28 de noviembre.

El 09 de enero, habló bajo  secreto con Don Rossi, antiguo secretario del Cardenal Ferrari. ”Esa noche, le dijo , vino a mí una gran idea:  hacer  un concilio” Don Rossi respondióEs una hermosa idea.

– ¿Sabes?,  no es cierto que  el Espíritu Santo asiste al Papa.

– ¿Cómo dice Santo Padre?

– No es el Espíritu Santo el que asiste al Papa. Soy yo quien no soy más que su asistente. es Él quien hace todas las cosas. El Concilio es su idea.”

Por la lectura de estas líneas, comprendemos  la finalidad de estas mentiras pontificales: para este concilio pastoral, que no se preocuparía por la doctrina y abandonaría los procedimientos  que le garantizarían la asistencia del Espíritu Santo, hubo  que inventar una “super infalibilidad” al afirmar que es el Espíritu Santo el que actuaba directamente. Esto es lo que el abate de Nantes llamó “ el iluminismo del Concilio“. La duplicidad de Juan XXIII esta ahí clara, y también explica su actitud en los años siguientes, hasta su muerte.

UN CONCILIO PUEDE OCULTAR OTRO CONCILIO.

Efectivamente, en primer lugar, él  comienza por confiar la preparación a una comisión presidida  por el cardenal Tardini. El 30 de junio 1959, abrió  sus trabajos  con la presentación de su concepción del Concilio. Retomando la sugerencia del obispo de Cremona en 1908, o sea, que basta con que la Iglesia debata públicamente, para que la humanidad, muestre simpatía por su decisión y vuelva  a Cristo, él esboza  un “Concilio espectáculo”. Sin embargo, el discurso es lo suficientemente ambiguo como para ser interpretado como una invitación a anunciar ante la faz del mundo las verdades de la fe para que  la sociedad moderna se beneficie, estando en peligro de extraviarse.

En realidad, la preparación del concilio tuvo dos niveles: el oficial asignado a la Curia romana, mientras que en el entorno del Papa  se iba a forjar “el espíritu del Concilio” en el seno de un pequeño grupo de fieles, de iniciados,  que sostienen la  visión de una iglesia que quiere abrirse al mundo. Tres figuras dominan este círculo: el Cardenal Montini, por supuesto, el Cardenal Bea y Suenens, primado de Bélgica.

Paralelamente  a esta fase preparatoria, Juan XXIII convocó un sínodo de la diócesis de Roma. La rapidez de los debates y la naturaleza reaccionaria de los decretos sinodales dan confianza a los conservadores en cuanto al desarrollo del Concilio próximo, sin alarmar a los liberales que saben que todo podría ser revisado más adelante. Por otra parte, estas decisiones del sínodo se mantendrán prácticamente en letra muerta.

Sin embargo, en 1959, la reputación de bondad del nuevo Papa provoca el cuestionamiento público del celibato clerical, y el número de solicitudes de exención recibidas por la Santa Sede se incrementa sustancialmente. Ciertamente, Juan XXIII recordó entonces la ley del celibato, pero no hizo nada en contra de los teólogos que lo cuestionaban.

A lo largo del año 1960, a los obispos del mundo se les consulta sobre el futuro Concilio. El 76% contestó, sin embargo, con sugerencias  conservadoras en gran medida. La minoría progresista se alarmó , por lo que  el cardenal Bea, sugiere a Juan XXIII el establecer por iniciativa propia una Secretaría para la  Unidad de los Cristianos. Esta organización se ocuparía exclusivamente de ecumenismo, pero estaría dotada de amplios poderes, permitiendo así  al cardenal  poner a trabajar bajo su batuta   a los jóvenes  teólogos  excluidos por el Santo Oficio. Pronto se interrumpirán los trabajos preparatorios, dando prioridad a un nuevo criterio en la redacción de los patrones  conciliares : “el deseo de no disgustar a nuestros “hermanos separados”.

Sin embargo, es a partir de este punto cuando los medios de comunicación de todo el mundo están empezando a interesarse en los trabajos de preparación y se hacen eco ampliamente de obispos y teólogos como el joven e impetuoso Hans Küng , que desean  un Concilio más  democrático y colegial.

Este 1960 año debería ser también el año de la publicación del Secreto de Fátima. Ahora sabemos lo suficiente para que no nos sorprenda la negativa de  Juan XXIII  para  publicarlo,  al declarar  enfáticamente que no concernía a su pontificado, dar publicación a  la voluntades del Cielo, por ser demasiado pesimistas.

Los “profetas de calamidades”  están desde entonces prohibidos en la Iglesia  eternamente joven y simpática  del “buen Papa Juan“.

LOS PREPARATIVOS FINALES PARA LA REVOLUCIÓN

Juan XXIII también iba a cambiar la posición de la Santa Sede en los asuntos temporales.

Bajo Pío XII, la política de la Santa Sede era anti-comunista. En Italia, después de quince años de poder indiscutible, el partido de la Democracia Cristiana con una disminución de su electorado a la que Aldo Moro, su jefe, quiso hacer frente con una abertura a la izquierda. La Secretaría de Estado se opone por el temor de el que se beneficiara Partido Comunista.

“La originalidad del papa Juan, dice su biógrafo, estaba en aparecer desde el principio como un papa espiritual, un pastor, que hacía una clara distinción entre el papado y la República Italiana. Ya no están en competencia, podrían vivir juntos en armonía en este espíritu de cooperación que llamó convivenza . En consonancia con esta distinción, la política italiana de Juan era una política de separación y de reserva. (…) Él quiere que la Iglesia se aleje  del campo de batalla inmediato  de los partidos políticos. Por tanto, al negarse  a intervenir en el debate, Juan XXIII permitió la apertura a la izquierda de los  católicos.

El 15 de julio 1961, durante las vacaciones de la Curia, publicó su encíclica Mater et Magistra sobre la cuestión social, inmediatamente interpretada como una bendición de la política de Aldo Moro.

El 30 de julio, el cardenal Tardini muere repentinamente. Para reemplazarlo, Juan XXIII hizo un llamamiento al cardenal Cicognani, personaje oscuro.

Los trabajos oficiales de la Curia avanzan. Ocho centenares de expertos, todos ellos acreditados por el Santo Oficio, han hecho sus sugerencias, por lo que  se precisa que un “comité central”, redacte el  texto para su presentación a los obispos. Con motivo de su primera reunión, el Papa insiste en la actualización de la Iglesia. ”  El Concilio, dijo , no es una asamblea especulativa, es un organismo dinámico y vivo que ve y abraza a todo el mundo. ”Él habla de aggiornamento.

Las reuniones del Comité Central son muy animadas, ya la autoridad y el prestigio del cardenal Ottaviani son contestadas y todos los arbitrajes del Papa son en favor de los innovadores.

Durante el verano de 1962, el Vaticano negocia en secreto con Moscú para que los obispos católicos de los países comunistas y representantes del Patriarcado de Moscú puedan participar en el Concilio. Para dar su conformidad, Moscú exige una promesa formal de que no habrá condena del comunismo, a lo que Juan XXIII se pliega, puesto  en cualquier caso, ha sido decidido que el Concilio no condene nada.

El 23 de septiembre de 1962, cuando terminó su retiro anual, Juan XXIII, se entera de los resultados de sus últimos exámenes médicos. Le detectan  un cáncer que le permitirá, como máximo, un año de vida.

LA REVOLUCIÓN EN ACCIÓN

Juan XXIII en su estudio de la Torre de San Juan en septiembre de 1962

Una Iglesia en gran medida conservadora, una minoría activa progresista, un Papa muy popular, pero gravemente enfermo, que tiene  como principio  no condenar a nadie,  una iglesia que quiere agradar a todo el mundo, este es el contexto de la primera sesión del Concilio Vaticano II.

Las sesiones se abren 11 de octubre 1962, bajo la mirada de 1.200 periodistas acreditados. El Papa preside  en este día memorable con su bonhomía habitual. Pronuncia su famoso discurso, que se dice que ha sido preparado por Montini, aunque el biógrafo afirma que no, que es de la pluma de Juan XXIII, pero que sea lo que sea, el Abate Nantes,  identifica en él ocho herejías.

Pronto, la minoría progresista toma el control de los debates. Todos los esquemas propuestos por la comisión central, excepto el de  la liturgia, son rechazados. Los padres piden una nueva redacción de los textos que reflejen  sus comentarios. Es la revolución.

La actitud del Cardenal Léger, arzobispo de Montreal, es emblemática. Aquel que se presentó como el hijo espiritual de Pío XII, intervino con los contestatarios. Pero por la noche, temía la reacción del Papa, al que no quiere disgustar. Fue al día siguiente de haber encontrado el silencio benevolente del Papa,  cuando él opta por el cambio, en voz baja alentado por su vecino, el cardenal Montini.

Él papa dijo a los obispos franceses: ”Hay discusiones, es necesario:  pero hay que hacerlo con un sentimiento fraternal y todo irá bien. En cuanto a  mí, soy optimista.”

Como lo demostrará la correspondencia entre Juan XXIII y Montini, hecha pública en 1983, ellos ya habían acordado en secreto que el proyecto de Cardenal Ottaviani de que en una  sola sesión del Concilio se  aprobaran los textos preparados, debía ser reemplazada por uno más vasto que se alargaría  al menos tres sesiones. No hay duda de que Juan XXIII quiso esta revolución conciliar contra su curia, él fue  uno de los principales responsables.

No hay que olvidar que durante el mismo mes de octubre de 1962, la Crisis de los Misiles de Cuba, que enfrentó los EE.UU. con la URSS, pudo desembocar en una guerra nuclear. Roma hizo de un intermediario entre Washington y Moscú. Cuando el 26 de octubre, Pravda reprodujo la petición de paz lanzada por Juan XXIII, fue una señal de que Khrushchev accedía a retirar los misiles soviéticos de Cuba.

Sería necesario un capítulo acerca de la política de apertura al este de Juan XXIII, en el contexto de la Guerra Fría que entonces  se imponía. Incluso llegaría a desear un feliz cumpleaños  al líder soviético, por medio  del jefe del partido comunista italiano. Kruschev, también deseoso de  mejorar su imagen en Occidente, se prestó con gusto a ¡enviar un telegrama al Papa! El Papa no es insensible a ello,  exactamente como cuando  se extasiaba al ver que el emperador prusiano visitaba a León XIII.

La masonería internacional también ensalza a Juan XXIII. La revista Times , le nombra “Hombre del Año 1962″, “porque había dado al mundo entero el sentido  de la familia humana“!

Mientras tanto, el cardenal Bea, pone a punto con el consentimiento del Papa, la primera versión de la Declaración sobre la libertad religiosa, lo que provocaría acalorados debates.

En marzo de 1963,  las autoridades comunistas  otorgan el premio Balsan  de la paz … al Papa Juan XXIII! Montini le aconsejó que lo aceptase, aunque la Secretaría de Estado recomendó encarecidamente  lo contrario por miedo a que los católicos italianos se desorientaran con provecho de los comunistas. El Papa escuchó a Montini; tras las elecciones, el Partido Comunista Italiano ¡ganó un millón de votos!

El 9 de abril de 1963, Juan XXIII, vistiendo la estola para dar una dimensión religiosa al caso, firma la encíclica Pacem in Terris ante las cámaras de televisión. El abate de Nantes, denunció la utopía: “El Santo Padre predica un mundo ideal futuro para  ser construido con la buena voluntad de todos los hombres”, que es como decir que es legítima la contestación del orden actual y da un cheque en blanco a la revolución. ¡ Los comunistas tendrían que ofrecerle un premio!

Ante el progreso de la enfermedad, Juan XXIII debe reducir su trabajo, después debe guardar cama. Pero, contrariamente a lo que informaron los medios tradicionales papistas, jamás pronunció una sola palabra de arrepentimiento por el giro tomado por el Concilio.

En cambio, el 24 de mayo, dictó este mensaje a su secretario de Estado que es la máxima expresión de su pensamiento:

“  Ahora más que nunca, más que en siglos anteriores por cierto, estamos llamados a servir al hombre como tal, y no sólo a los católicos, debemos defender por encima de todo, todos los derechos de la persona humana, y no sólo los de la Iglesia Católica. Las necesidades actuales del mundo salidas  a la luz en los últimos cincuenta años y una comprensión más profunda de la doctrina nos han llevado a una situación nueva, como ya he dicho en mi discurso de apertura del concilio. No es que el evangelio  haya cambiado, es que hemos comenzado a comprenderlo. Quienes han vivido tanto como yo, han confrontado tareas nuevas en el orden social a principios de este siglo. Quienes  han pasado como yo  veinte años en el Este y ocho en Francia, podrán  comparar las diferentes culturas y tradiciones y saben que ha llegado la hora de discernir los signos de los tiempos, aprovechar la oportunidad y mirar al futuro . ”

Al día siguiente, recordando el lenguaje injurioso contra el papa oído en  Roma durante la agonía de León XIII, Juan XXIII,  hace la  observación: “Los tiempos han cambiado para mejor

Murió el 03 de junio 1963 en paz para  comparecer ante su juez. Juan Pablo II le declaró beato … nuestro Padre demostró que fue nuestra desgracia. Concluyo citando su carta a mis amigos , de 25 de septiembre de 1964.

“Juan XXIII la quiso [la revolución]. Él proclamó los principios de este movimiento, hizo detener  el sistema y, como  los hombres cambian  las  instituciones sólo  cuando éstas son malas, que corrompen  los hombres, la Asamblea conciliar tenía que  llegar allí donde él la quiso llevar. La procesión de todos los obispos del mundo era admirable a la vista el 11 de octubre 1962, cuando se dirigía a San Pedro.  Pero penetró en un terrible estado.

La obra del Concilio debía ser, en efecto, de acuerdo con las decisiones soberanas del Papa, lo opuesto a las preocupaciones tradicionales. Ella iba  en tres directivas, vagas y locamente  prometedoras: la reforma de la Iglesia,  el diálogo ecuménico, y la apertura al mundo. El integrismo estaba mal visto y todo lo que obstaculizaba  este impulso generoso se consideraba grosero e inapropiado. Se acordaría  un premio a todos los programas marcados por la audacia y la novedad. ”

Juan XXIII quiso abrir la iglesia al mundo, pero de hecho, este hombre, que  se quería bueno, pero que anhelaba alabanzas, ¡la vendió al mundo!