DOS CORRIENTES SE MANIFIESTAN HOY ENTRE LOS TRADICIONALES

Fuente: A grande guerra: “Duas Correntes”, por Dom Tomás de Aquino

Fonte: Blogue do SPES.

Gracias al Sr. Jaime Flores por la traducción

Dos corrientes

Tomás de Aquino OSB

Dos corrientes se manifiestan actualmente en la Tradición.  Unos quieren un acuerdo; otros no.

Unos dicen:

—Es necesario entrar en la Iglesia.

Otros responden:

—Quien ya está dentro, no necesita entrar.

—Pero nosotros necesitamos de la legalidad— replican los primeros.

—Fue así como cayeron Barroux, Campos y tantos otros— responden los segundos.

—Pero nosotros no caeremos, no es posible que Dios permita que tal cosa suceda.

—“Quien está de pié, cuide de no caer”— advierte San Pablo (I Cor. 10, 12)

Las mismas causas producen los mismos efectos.  Si Benito XVI beatifica a quien excomulgó a Mons. Lefebvre y Mon. Antonio de Castro Mayer; si Benito XVI celebra el jubileo de plata de la reunión de Asís; si Benito XVI defiende el Concilio Vaticano II como conforme a la Tradición, entonces los males que vimos en el pontificado de Juan Pablo II se repetirán en el de Benito XVI.

Mientras la Roma liberal domine la Roma eterna; mientras el mayor desastre de la historia de la Iglesia desde su fundación, o sea el Concilio Vaticano II, sea la referencia privilegiada de los obispos, de los cardenales y del Santo Padre, no habrá solución.

—Pero Roma está cambiando— insisten los defensores de los acuerdos.

—¿Cambiando en qué?

—Roma liberó la Misa y retiró las excomuniones— responden los primeros.

—Pero ¿de qué sirve liberar la Misa de siempre si Roma deja coexistir las dos misas?  Leemos en el Antiguo Testamento que Abraham expulsó a la esclava Agar y a su hijo Ismael para que Isaac no quedase como hijo de la esclava, pues dice San Pablo: “Aquel que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el espíritu”, y San Pablo añade: “así también ahora” (Gal. 5, 29).  Abraham hizo esto, contra su voluntad, en atención a un pedido de Sara.  Y Dios dio la razón a Sara, pues la que es libre no debía ser equiparada a la esclava.  La misa nueva es Agar: ella no tiene derechos.  Ella debe ser suprimida.

En cuanto al levantamiento de las excomuniones, ¿de qué sirve retirarlas si se beatifica a quien las fulminó?  A pesar de cierto beneficio jurídico de esos dos hechos, “liberación” de la Misa (que nunca fuera prohibida) y el “levantamiento” de las excomuniones (que nunca tuvieron validez), el beneficio espiritual de cada uno de ellos quedó bien comprometido por el contexto contradictorio en que fueron realizados.  O es Juan Pablo II quien tiene razón, o es Mons. Lefebvre.  No se puede exaltar a Juan Pablo II y retirar —si es que retiraron— la excomunión de Mons. Lefebvre.  Los dos no pueden tener razón al mismo tiempo.  Eso es puro modernismo.

En cuanto a la Misa, se da lo mismo.  Si se permiten las dos, el resultado es la contradicción.  Es un principio de disolución.  Es un principio de corrupción de la fe católica.

—Mas— dirán los acuerdistas—, Roma no puede poner fin a esta crisis de una sola vez.  Las cosas humanas no se resuelven de un solo golpe.  Para poner orden en el caos actual, será necesario mucho tiempo.

—Sí, no hay la menor duda.  Pero el comienzo de este orden sólo vendrá cuando el Papa tuviese la intención de instaurar este orden.  Y aquí se impone una pregunta: ¿Benito XVI desea poner orden en la Iglesia?

—Ciertamente— dirán algunos entre los acuerdistas.

—Nada es menos cierto que eso— respondemos nosotros.  —Poner orden en la Iglesia no es imitar a Napoleón, quien estructuró la Revolución y de esa forma la perpetuó.  Para esparcir el desorden, es necesario un poco de orden, decía Corção[i].  Benito XVI es un hombre de orden, mas el orden que él desea no es el causado por la Realeza Social de Nuestro Señor Jesucristo: para él “el problema del Concilio fue asimilar dos siglos de cultura liberal”[ii].  Es esto lo que Benito XVI da señales de querer hacer con su hermenéutica de continuidad.

—Pero— insisten los otros— paulatinamente Benito XVI tomará cada vez más la defensa de la Tradición.  Él necesita de nosotros.  Él quiere nuestra ayuda para combatir el modernismo.

—Campos también hablaba de esa manera.  ¿Cómo puede querer Benito XVI nuestra ayuda para combatir al modernismo si él mismo es modernista?  Él puede combatir a ciertos modernistas; pero combatir el modernismo, sólo puede hacerlo después de dejar de ser modernista.

—Pero de esa forma no se llegará nunca a una solución.

—No lo sé.  Lo que sé es que San Anselmo decía que Dios no ama más en este mundo que a la libertad de Su Iglesia.  Poner la Tradición bajo la autoridad de hombres que no profesan la integridad de la Fe católica es hacer exactamente lo contrario de lo que Dios ama.

—Mas, en ese caso, ¿usted está identificando la Tradición y la Iglesia?

—Perfectamente, ya que la Iglesia es esencialmente tradicional y no puede dejar de serlo[iii].

—Pero entonces ¿quién es Benito XVI, si él no es tradicionalista?

—Es un Papa liberal que esclaviza a la Iglesia.  Se coloca bajo su autoridad sin que él reniegue de los errores por él profesados y pone a Sara bajo el yugo de Agar, a Isaac bajo el yugo de Ismael.  Ahora, nosotros somos hijos de la libre y no de la esclava, cuyo hijo es el Vaticano II, esclavo de dos siglos de cultura liberal.

—¿Cuál es entonces la solución?

—La conversión del Papa.

—Pero ¿cómo obtenerla?

—Rezando y combatiendo.  Dios no nos pide la victoria, pero sí el combate.  Como decía Santa Juana de Arco: “los soldados combatirán y Dios dará la victoria”, por el Inmaculado Corazón de María.  E ahí toda nuestra esperanza.


[i] Gustavo Corção (1896-1978), escritor y pensador católica brasileño.

[ii] Del Liberalismo a la Apostasía.  Ed. Permanência.  Pag. 10.

[iii] Evidentemente la pregunta es compleja.  El título del libro de Ploncard d’Assac la resume de cierta forma: La Iglesia ocupada.  Una conferencia de Mons. Lefebvre sobre las notas de la Iglesia, dictada en 1988 para responder a los argumentos acuerdistas de Dom Gérard, dan también una luz penetrante sobre la cuestión.