ESPECIALES DE CRISTIANDAD CON EL P. CERIANI: SEPTIEMBRE 2011 – RESUMEN DE LAS NEGOCIACIONES ROMA – FSSPX

A LA LUZ DEL COMUNICADO Y DE LA CONFERENCIA

DEL 14 de septiembre de 2011

RESUMEN DE LAS NEGOCIACIONES

Nota:
el presente escrito presenta solamente apuntes para la edición radial. Es indispensable seguirlos con el audio.


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1º Parte:

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UNA PRECISIÓN PREVIA

El Padre Lorans, que entrevistó a Monseñor Fellay, introdujo su segunda pregunta con estas misteriosas palabras: El comunicado oficial común al Vaticano y a la Fraternidad…

Si se trataba de un error, era imperioso que el entrevistado corrigiese al reportero y precisase la cuestión.

Ahora bien, Monseñor Fellay ni rectificó, ni aclaró los términos.

Por lo tanto, debemos aceptar que el Comunicado emitido por el Vaticano es común a la Congregación para la Doctrina de la Fe y a la Fraternidad Sacerdotal San Pío X.

Ahora bien, en dicho comunicado oficial común leemos:

A continuación de la súplica dirigida por el Superior General de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X a Su Santidad Benedicto XVI el 15 de diciembre de 2008,
el Santo Padre decidió levantar la excomunión a los cuatro obispos consagrados por el arzobispo Lefebvre

À la suite de la supplique adressée le 15 décembre 2008 par le Supérieur général de la Fraternité sacerdotale saint Pie X à Sa Sainteté le Pape Benoît XVI, le Saint-Père avait pris la décision de lever l’excommunication des quatre évêques consacrés par Monseigneur Marcel Lefebvre

(El sitio oficial de la FSSPX de América del Sur da esta versión, tomada de DICI: Según el pedido dirigido)

Luego, es la FSSPX la que comunica oficialmente que en la carta del 15 de diciembre de 2008 se contenía una súplica dirigida por el Superior General de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X a Benedicto XVI para pedir el levantamiento de la excomunión a los cuatro obispos consagrados por el arzobispo Lefebvre.

El 15 de agosto pasado, Monseñor Fellay dijo en Saint Malo:

Ya en 2005, tras cinco horas de debates en los que había hecho y revisado todas nuestras objeciones contra los errores, la situación de la Iglesia de hoy, derecho canónico, puedo asegurarles que los intercambios fueron tensos. El Cardenal Castrillón concluyó: «No puedo decir que estoy de acuerdo con todo lo que usted dice, pero sus comentarios muestran que no está fuera de la iglesia. Por favor, escriba al Papa pidiéndole que levante la excomunión».

Comprendí entonces que Roma estaba dispuesta a hacer un gesto, sino esta petición no tendría ningún significado. Mi respuesta no fue inmediata, porque de hecho, para nosotros, nunca existió la excomunión. Por eso la Carta que escribí al Papa no pide el levantamiento de la excomunión, sino la cancelación o la revocación del decreto, que si existía. A aquellos que dicen que he pedido el levantamiento de la excomunión, les digo que es falso. El Cardenal Castrillón me escribió: «Ustedes piden que se retire el decreto, nosotros vamos a levanbtar la excomunión.» Es claro, ellos saben lo que dicen.

Radio Cristiandad destacó este punto: Un dato importante acerca de todo lo que venimos publicando desde enero 2009 (fecha del «levantamiento de las excomuniones) era la confirmación por parte de la Fraternidad del contenido de la Carta del 15 de diciembre de 2008, la cual provocó dicho levantamiento.

Esa Carta no fue hecha pública nunca. No digamos a los pobrecitos y «obedientes a todo» feligreses, ni siquiera se les dejo ver a los sacerdotes.

Las sospechas estaban orientadas por algunas frases que se conocieron tales como: «nos sentimos afligidos», etc. etc.

Ahora se entiende, a la luz del mediodía, lo que declaró de Galarreta en Bogotá: ¿cómo no iban a saber que Roma concedería el levantamiento de la excomunión si ellos mismos lo habían solicitado?

No es que pidieron una cosa y esperaban otra; esperaban lo que pidieron.

LO QUE HUBIERA TENIDO QUE SER

Y

AQUELLO A LO QUE SE LLEGÓ

Si Monseñor Lefebvre consideró en algún momento algún tipo de acuerdo, finalmente excluyó claramente esta posibilidad cuando dijo al cardenal Ratzinger que, incluso si se le ofrecía todo, no sería posible la reconciliación, ningún acuerdo sería posible mientras los principios y los objetivos se opusiesen:

Se
lo resumí al Cardenal Ratzinger:

Eminencia, aun en el caso en que Vd. nos concediese un Obispo, incluso si nos concediesen una cierta autonomía con respecto a los Obispos, aun otorgándonos toda la liturgia vigente hasta 1962 y nos permitiesen continuar la obra de los seminarios de la Fraternidad tal como lo hacemos ahora, nosotros no podríamos colaborar con Vds., es imposible, porque trabajamos en dirección diametralmente opuesta: Vds. trabajan en favor de la descristianización de la sociedad, de la persona humana y de la Iglesia, mientras que nuestros esfuerzos están dirigidos hacía la cristianización; no podemos por tanto, entendernos. Para nosotros N.S.J.C. ¡lo representa todo! Es nuestra vida; la Iglesia es N.S.J.C., es su Esposa Mística; el sacerdote es otro Cristo; su Misa es el sacrificio de Jesucristo y el triunfo de Jesucristo por la Cruz. En nuestros seminarios se enseña a amar a Cristo y todo se haya dirigido hacia el reinado de Nuestro Señor Jesucristo. Esto es lo que somos, y Vds. se dedican a hacer lo contrario. Vd acaba de decirme que la sociedad no debe ni puede ser cristiana, que eso sería ir contra su naturaleza. Vd. acaba de intentar demostrarme que Nuestro Señor Jesucristo no puede reinar en las sociedades. Vd. ha intentado demostrar que la conciencia humana se halla libre de responsabilidad con respecto a N.S.J.C., que hay que dejarle en libertad y concederle, usando sus mismas palabras, un espacio autónomo: eso es la descristianización. Pues bien, nosotros somos partidarios de la cristianización, no podemos, por tanto, entendernos.
(Retiro sacerdotal, Sept.1987).

Después de mayo de 1988, Monseñor Lefebvre dejó en claro que sólo reanudaría las negociaciones después que los hombres de Roma hiciesen el Juramento Anti-modernista.

Al reanudar el contacto con Roma, sin la imposición de este requisito, Monseñor Fellay cayó en la misma trampa que Ratzinger había preparado a Monseñor Lefebvre en mayo de 1988.

Monseñor Lefebvre

Lo que hubiera tenido que ser

Coloquios Doctrinales

Aquello a lo cual se llegó

No tenemos la misma manera de concebir la reconciliación. El cardenal Ratzinger la ve en el sentido de reducirnos, de traernos al Vaticano II. Nosotros la vemos como un retorno de Roma a la Tradición. No nos entendemos. Es un diálogo de sordos. (Entrevista concedida a Fideliter, Nº 66, noviembre-diciembre de 1988)

Retengo de las discusiones doctrinales que en sí mismas ellas no aportan un gran bien de manera inmediata, porque es un encuentro entre dos mentalidades que entrechocan. Me quedo con la imagen de un torneo en el cual dos caballeros se baten, se lanzan, pero pasan uno al lado de otro.

En todo caso, ellos no pueden decir que estamos de acuerdo. Si estamos de acuerdo sobre un punto, es que ¡en ningún punto estamos de acuerdo! Evidentemente, si se habla de la Santísima Trinidad estamos de acuerdo… pero el problema no es ese: cuando se habla del concilio, hablamos de ciertos problemas nuevos, que nosotros llamamos errores. (Monseñor Fellay Saint Malo, 15 de agosto de 2011).

Cuando declaré, el 15 de agosto último, que estábamos de acuerdo sobre el hecho de que no estábamos de acuerdo sobre el Concilio Vaticano II, también estuve obligado a precisar que cuando se trata de dogmas, como el de la Trinidad, es obvio que estamos de acuerdo en que se encuentra el recuerdo en el Concilio Vaticano II. Una frase no debe ser aislada de su contexto. Nuestras discusiones teológicas han tenido el gran mérito de profundizar seriamente y aclarar todos estos problemas doctrinales. (Monseñor Fellay, Conferencia del 14 de septiembre de 2011).

No puedo hablar mucho del futuro, ya que el mío está detrás de mí. Pero si vivo un poco aún y suponiendo que de aquí a un determinado tiempo Roma haga un llamado, que quiera volver a vernos, reanudar el diálogo, en ese momento sería yo quien impondría las condiciones. No aceptaré más estar en la situación en la que nos encontramos durante los coloquios. Esto se terminó.

Plantearía la cuestión a nivel doctrinal: «¿Están de acuerdo con las grandes encíclicas de todos los papas que los precedieron? ¿Están de acuerdo con Quanta Cura de Pío IX, Immortale Dei, Libertas de León XIII, Pascendi de Pío X, Quas Primas de Pío XI, Humani Generis de Pío XII? ¿Están en plena comunión con estos papas y con sus afirmaciones? ¿Aceptan aún el juramento antimodernista? ¿Están a favor del reinado social de Nuestro Señor Jesucristo?

Si no aceptan la doctrina de sus antecesores, es inútil hablar. Mientras no hayan aceptado reformar el Concilio considerando la doctrina de estos papas que los precedieron, no hay diálogo posible. Es inútil.

Las posiciones quedarían así más claras.

No es una pequeña cosa la que nos opone. No basta que se nos diga: pueden rezar la misa antigua, pero es necesario aceptar esto. No, no es solamente eso lo que nos opone, es la doctrina. Queda claro. (Entrevista concedida a Fideliter, Nº 66, noviembre-diciembre de 1988)

El Santo Padre decidió abrir una serie de coloquios doctrinales con dicha Fraternidad con el fin de superar las dificultades y los problemas de orden doctrinal y de llegar a la reducción de la fractura existente.

Estas conversaciones, cuyo objetivo era exponer y profundizar las dificultades doctrinales mayores sobre temas controvertidos, alcanzaron su objeto, que era clarificar las respectivas posturas y sus motivos. (Comunicado del 14 de septiembre de 2011)

La Congregación para la Doctrina de la Fe toma por base fundamental de la plena reconciliación con la Sede Apostólica la aceptación del Preámbulo doctrinal entregado en la sesión del 14 de septiembre de 2011. Dicho preámbulo enuncia algunos principios doctrinales y criterios de interpretación de la doctrina católica, necesarios para garantizar la fidelidad al Magisterio de la Iglesia y el «sentire cum Ecclesia».

Resulta que la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, que en otro tiempo
adhería de todo corazón, con toda nuestra alma, a la Roma católica guardiana de la fe católica y de las tradiciones necesarias al mantenimiento de esa fe, a la Roma eterna, maestra de sabiduría y de verdad, hoy se ve exigida a aceptar o rechazar
«principios doctrinales» propuestos por la Iglesia Conciliar, corrompida por el modernismo y desposada con el Nuevo Orden Mundial; principios planteados por esa misma Iglesia Conciliar que en otro tiempo la Fraternidad se negaba a seguir; esa Roma de tendencia neomodernista y neoprotestante que se manifestó claramente en el Concilio Vaticano II y después del Concilio en todas las reformas que de éste salieron

ANÁLISIS DEL COMUNICADO Y DE LA CONFERENCIA

1º)

… el Santo Padre decidió, al mismo tiempo, abrir una serie de coloquios doctrinales con dicha Fraternidad con el fin de superar las dificultades y los problemas de orden doctrinal y de llegar a la reducción de la fractura existente.

Las palabras del Comunicado han sido bien sopesadas, conforme a la política vaticana… y ecônesa…; no habla de «plena comunión», sino sólo de «la plena reconciliación», esta para «superar la fractura existente» y no para «terminar con un cisma».

De hecho, existe un cisma, y la base de una verdadera reducción del mismo es el retorno de la Roma Conciliar y Modernista a la comunión con la Roma Eterna, reconociendo sus errores y abjurando de los mismos.

Veamos algunas citas:

Este Concilio representa, tanto a los ojos de las autoridades romanas como a los nuestros, una nueva Iglesia, que, por otra parte, ellos llaman la Iglesia conciliar.

Consideramos poder afirmar, teniendo en cuenta la crítica interna y externa del Vaticano II, es decir, analizando los textos y estudiando las cláusulas adicionales y los resultados de este concilio, que éste, volviendo la espalda a la Tradición y rompiendo con la Iglesia del pasado, es un concilio cismático.

Todos los que cooperan en la aplicación de esta convulsión, aceptando y adhiriendo a esta nueva Iglesia conciliar, como la designa Monseñor Benelli, entran en el cisma. (Declaración de Monseñor Lefebvre del 4 de agosto de 1976)

Por esta razón, al constatar la voluntad firme de las actuales autoridades romanas de hacer desaparecer la Tradición y conducir todo el mundo a este espíritu del Vaticano II y a este espíritu de Asís, evidentemente hemos preferido retirarnos y he contestado: no, no podemos. Es imposible. Es imposible someternos a la autoridad del cardenal Ratzinger, presidente de esta comisión romana que debía dirigirnos. Sería ponernos en sus manos y por consiguiente en las manos de los que quieren llevarnos al espíritu del Concilio, al espíritu de Asís. No es posible.

Por esta razón envié una carta al Papa diciéndole muy claramente: no podemos, a pesar de todos los deseos que tenemos de estar en plena comunión con S. S., y dado este espíritu que reina ahora en Roma y que quieren comunicarnos; preferimos continuar en la Tradición, guardar la Tradición, esperando que esta Tradición reencuentre su puesto en Roma, su puesto entre las autoridades romanas y en el espíritu de estas autoridades romanas.

Todo esto durará lo que Dios tenga previsto, no me pertenece el saber cuándo obtendrá de nuevo la Tradición sus derechos en Roma, pero juzgo que es mi deber aportar los medios para llevar a cabo lo que llamaré operación «supervivencia», operación «supervivencia» de la Tradición. Esta jornada de hoy es la operación «supervivencia». Y si hubiera hecho esa otra operación con Roma siguiendo los acuerdos que habíamos firmado y poniendo en práctica a continuación estos acuerdos, haría la operación «suicidio». Así pues, no hay elección: ¡debemos sobrevivir! Y por eso hoy, al consagrar a estos obispos, estoy persuadido de continuar, de hacer vivir la Tradición, es decir, la Iglesia Católica. (Sermón de Monseñor Lefebvre, 30 de junio de 1988).

No existe oposición entre nosotros y la Roma de los Apóstoles, la Roma católica regada por la sangre de los Mártires. Basta que las autoridades de la Iglesia se reconcilien con la Tradición infalible de Roma, que condenen las desviaciones del Concilio Vaticano II y las locuras de este mal «espíritu del Concilio» y la reconciliación será automática, «ipso facto». (Entrevista a Monseñor de Castro Mayer, Fideliter
N° 73, enero-febrero de 1990).

2º)

Estas conversaciones, cuyo objetivo era exponer y profundizar las dificultades doctrinales mayores sobre temas controvertidos, alcanzaron su objeto, que era clarificar las respectivas posturas y sus motivos.

Nuestras discusiones teológicas han tenido el gran mérito de profundizar seriamente y aclarar todos estos problemas doctrinales.

Monseñor Fellay las autoridades de la FSSPX dijeron otra cosa sobre la finalidad de estos coloquios doctrinales.

… por lealtad la Fraternidad San Pío X se negó a eludir los problemas que persisten.

Si persisten, no se logró el objetivo. Por lo tanto…

3º)

Teniendo en cuenta las preocupaciones e instancias planteadas por la Fraternidad Sacerdotal San Pío X a propósito del respeto de la integridad de la fe católica frente a la hermenéutica de la ruptura del Concilio Vaticano II respecto de la Tradición – mencionada por el Papa Benedicto XVI en su Discurso a la Curia Romana el 22 de diciembre de 2005–

Sería sólo frente a la hermenéutica de la ruptura del Concilio Vaticano II respecto de la Tradición

Benedicto XVI, en su discurso del 22 de diciembre de 2005, protestó contra un supuesto «espíritu del Concilio», que estaría o en contra de la letra del Concilio. Pero dicha protesta fue para aferrarse mejor a la letra, según su «hermenéutica de la continuidad».

Del mismo modo, por el Motu Proprio Summorum Pontificum, Benedicto XVI dijo que el Misal de Juan XXIII nunca fue jurídicamente abrogado y que, por lo tanto, en principio, siempre está permitido. Pero, al mismo tiempo reiteró que el Nuevo Misal es la expresión ordinaria de la lex orandi de la Iglesia Católica de rito latino y que no se puede, en principio, excluir la celebración según los nuevos libros, porque tal actitud no sería coherente con el reconocimiento del valor y la santidad de la nueva liturgia.

En consecuencia, tanto para el tema de la letra del Concilio, como para los problemas doctrinales que plantea la reforma litúrgica, la brecha es aún muy profunda.

… estamos de acuerdo sobre el hecho de que no estamos de acuerdo sobre el Concilio Vaticano II

¿Con cuál de las dos hermenéuticas?

Entrevista al Cardenal Darío Castrillón publicada en Corriere Della Sera, 29 de enero de 2009: Una cosa es cierta: «La plena comunión llegará. En nuestras conversaciones, Monseñor Fellay ha reconocido el Concilio Vaticano II, lo ha reconocido teológicamente. Restando sólo alguna dificultad…

4º)

… la Congregación para la Doctrina de la Fe toma por base fundamental de la plena reconciliación con la Sede Apostólica la aceptación del Preámbulo doctrinal entregado en la sesión del 14 de septiembre de 2011.

Este documento se titula Preámbulo doctrinal, que se nos ha entregado para un estudio profundo. Por lo tanto, es confidencial, y usted comprenderá que no puedo decir más. Sin embargo, el término «preámbulo» indica que su aceptación es una condición previa a todo reconocimiento canónico de la Fraternidad San Pío X por parte de la Santa Sede.

Hemos dicho, y repetimos ahora: la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, que en otro tiempo
adhería de todo corazón, con toda nuestra alma, a la Roma católica guardiana de la fe católica y de las tradiciones necesarias al mantenimiento de esa fe, a la Roma eterna, maestra de sabiduría y de verdad, hoy se ve exigida a aceptar o rechazar
un Preámbulo doctrinal propuesto por la Iglesia Conciliar, corrompida por el modernismo y desposada con el Nuevo Orden Mundial; un Preámbulo que contiene principios planteados por esa misma Iglesia Conciliar que en otro tiempo la misma Fraternidad se negaba seguir; esa Roma de tendencia neomodernista y neoprotestante que se manifestó claramente en el Concilio Vaticano II y después del Concilio en todas las reformas que de éste salieron

Ni siquiera se tendría que haber recibido. Más allá de que se lo estudie en profundidad y luego se lo rechace, el hecho de recibirlo ya implica un cambio de actitud.

5º)

Dicho preámbulo enuncia algunos principios doctrinales y criterios de interpretación de la doctrina católica, necesarios para garantizar la fidelidad al Magisterio de la Iglesia y el «sentire cum Ecclesia», dejando, al mismo tiempo, abiertos a una discusión legítima el estudio y la explicación teológica de expresiones o formulaciones particulares presentes en los textos del Concilio Vaticano II y del Magisterio posterior.

¿puede usted confirmar que allí se encuentra, como se anunció en la prensa, una distinción entre lo que es de fe —y a lo cual la Fraternidad adhiere plenamente— y aquello que proviniendo de un concilio pastoral, como el Vaticano II ha deseado serlo, podría ser objeto de una crítica, sin comprometer la fe?

Hay quienes afirman que la Fraternidad adquirió para sí y para la Tradición un derecho para la discusión. Es decir, según el Preámbulo doctrinal, el Vaticano consideraría que puede haber un acuerdo en lo esencial de la fe católica, mientras que otras cuestiones pueden ser objeto de diferentes interpretaciones entre los católicos, sin que ello afecte a la fe.

Según estas personas, una distinción de tal naturaleza es un triunfo para la Tradición, puesto que ella afectaría a la autoridad misma del Concilio Vaticano II, hasta ahora intocable.

Esto no es así; en efecto, el Protocolo del 5 de mayo de 1988, punto 3º) de la Declaración Doctrinal, contiene la misma distinción y abre el mismo debate: «Acerca de ciertos puntos enseñados por el Concilio Vaticano II o concernientes a las reformas posteriores de la liturgia y del derecho, y que nos parecen difícilmente conciliables con la Tradición, nos comprometemos a tener una actitud positiva de estudio y de comunicación con la Sede apostólica, evitando toda polémica.»

Lo concreto es que, en realidad, esto significa una derrota de la Tradición, una derrota de la Fe, pues, en el contexto actual de estas negociaciones y de este Preámbulo, ellas sólo reclaman y obtienen un lugar dentro de una iglesia pluralista y ecuménica.

Dos expresiones del Comunicado causan inquietud. En efecto, allí se habla de «principios doctrinales y criterios de interpretación de la doctrina católica, necesarios para garantizar:

«la fidelidad al Magisterio de la Iglesia»

«y el «sentire cum Ecclesia»»

Hay que entender bien que es la Iglesia Conciliar la que reclama de la FSSPX fidelidad al Magisterio de la Iglesia…

Es la Iglesia Conciliar la que reclama de la FSSPX el sentire cum Ecclesia

Cuando se piensa que Monseñor Lefebvre dijo:

¡¿Qué puede ser más claro?! En adelante es a la Iglesia conciliar a la que es necesario obedecer y ser fiel, y no a la Iglesia Católica. He aquí todo nuestro problema, precisamente. Somos «suspendidos a divinis» por la Iglesia conciliar y para la Iglesia conciliar, de la cual no queremos formar parte.

Esta Iglesia conciliar es una Iglesia cismática, porque rompe con la Iglesia Católica de siempre. Tiene sus nuevos dogmas, su nuevo sacerdocio, sus nuevas instituciones, su nuevo culto, ya condenados por la Iglesia en muchos documentos oficiales y definitivos Esta es la razón por la que los fundadores de la Iglesia conciliar hacen tanto hincapié en la obediencia a la Iglesia de hoy, haciendo abstracción de la Iglesia de ayer, como si ésta ya no existiese.

Esta Iglesia conciliar es cismática porque tomó como base de su actualización los principios opuestos a los de la Iglesia Católica.

La Iglesia que afirma semejantes errores es a la vez cismática y herética. Esta Iglesia conciliar no es pues católica.

En la medida en que el Papa, los obispos, sacerdotes o fieles adhieren a esta nueva Iglesia, se separan de la Iglesia Católica.

La Iglesia de hoy sólo es la verdadera Iglesia en la medida en que sigue y hace cuerpo con la Iglesia de ayer y de siempre.

La norma de la fe católica es la Tradición.

La solicitud de Monseñor Benelli es, pues, luminosa: sumisión a la Iglesia conciliar, a la Iglesia del Vaticano II, a la Iglesia cismática.

Nosotros, proseguimos en la Iglesia Católica. (Sermón de Monseñor Lefebvre, 29 de junio de 1976).

El padre de Jean-Paul Durand, dominico, profesor de derecho canónico y consultor del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos, explicó en qué consiste el acuerdo previo sobre la base del Preámbulo doctrinal, que establece algunos principios doctrinales, por un lado, y deja abierto el camino a una discusión legítima, por el otro:

Es un método de diálogo, que también se utiliza en el diálogo ecuménico con otras confesiones cristianas. Es así que, con los luteranos, para el acuerdo sobre la doctrina de la justificación, se reconoció una base común, pero también las diferencias de apreciación.

Es una manera de no bloquear las cosas.

Aquí se trata de lo mismo: se exige a los integristas un mínimo indispensable; y luego se toma el tiempo necesario para discutir sobre algunas de las interpretaciones.

En cuanto al mínimo indispensable, común denominador, explicó:

Es el respeto en «bloque» del Concilio; es decir, su autenticidad, la legitimidad de su enseñanza. No podemos hacer concesiones si no existe este mínimo establecido desde el comienzo.

Los miembros de la Fraternidad San Pío X tienen que aceptar eso.

La Santa Sede no puede recibirlos si no se han comprometido a reconocer de este modo el Concilio, a no descalificarlo.

Sin embargo, se permite continuar trabajando sobre la interpretación del Concilio.

De este modo, por ejemplo, la libertad religiosa es parte de la enseñanza del Concilio Vaticano II. Sin embargo, podemos hablar de su interpretación.

6º)

Durante la misma sesión, se han propuesto algunos elementos de cara a una solución canónica para la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, que seguiría a la eventual y esperada conciliación.

Hacia el final vendremos sobre este punto.

CONTENIDO CONOCIDO DEL PREÁMBULO DOCTRINAL

No sabemos nada, salvo un aviso más bien receloso y escéptico de Monseñor Fellay sobre la distinción poco clara que existiría entre el dominio dogmático intangible y el dominio pastoral susceptible de discusiones.

Monseñor Fellay respondió: En honor a la objetividad debo reconocer que no se encuentra, en el preámbulo doctrinal, una distinción neta entre el ámbito dogmático intangible y el ámbito pastoral sometido a discusión.

Hemos dicho que mucho se ha insistido y se insiste aún sobre el hecho de haber logrado una legitimidad de crítica respecto del Concilio Vaticano II.

Sin embargo, hemos visto que el Preámbulo doctrinal confirma lo establecido por la jurisprudencia vaticana desde 1988.

Insistimos, porque es muy importante este punto: el Comunicado oficial común dice que «Dicho preámbulo enuncia algunos principios doctrinales y criterios de interpretación de la doctrina católica, necesarios para garantizar la fidelidad al Magisterio de la Iglesia y el «sentire cum Ecclesia», dejando, al mismo tiempo, abiertos a una discusión legítima el estudio y la explicación teológica de expresiones o formulaciones particulares presentes en los textos del Concilio Vaticano II y del Magisterio posterior.»

Pero el Protocolo del 5 de mayo de 1988, en el punto 3) de la Declaración Doctrinal, dice: «Acerca de ciertos puntos enseñados por el Concilio Vaticano II o concernientes a las reformas posteriores de la liturgia y del derecho, y que nos parecen difícilmente conciliables con la Tradición, nos comprometemos a tener una actitud positiva de estudio y de comunicación con la Sede apostólica, evitando toda polémica.»

Hay que recordar que en diversas ocasiones el Cardenal Castrillón Hoyos se refirió al Protocolo como base de un acuerdo, concretamente se habló de esto en la audiencia de agosto de 2005 con Benedicto XVI.

Esto nos hace recordar la declaración de Monseñor Fellay al diario suizo La Libérté, en 2001:

Da la impresión de que nosotros rechazamos todo el Vaticano II. Ahora bien, nosotros guardamos el 95%.

Es más bien a un espíritu que nos oponemos, a una actitud ante el cambio establecido como postulado.

En el mismo sentido escribió en la Carta a los Amigos y Benefactores Nº 60, de mayo de 2001:

Cuando decimos rechazar el Concilio, no entendemos rechazar totalmente la letra de todos los documentos conciliares que, por su mayor parte contienen simples repeticiones de lo que ha sido dicho en el pasado. Pero nosotros atacamos un nuevo lenguaje, introducido en nombre de la pastoralidad del Concilio.

Destaquemos que Monseñor Fellay no ha propuesto un tercer préalable o tercera condición previa, la que correspondía: un reconocimiento por parte de Roma de la enseñanza del Magisterio tradicional respecto de los puntos en disputa por la FSSPX, lo cual implicaría la conversión de Roma, requisito exigido por Monseñor Lefebvre luego de las consagraciones episcopales.

Todo parece indicar que tampoco el Vaticano se lo exigirá a la FSSPX en sentido inverso…, a pesar de que Benedicto XVI ha dicho que «mientras las cuestiones doctrinales no sean resueltas, la Fraternidad no gozará de ningún estatuto canónico en la Iglesia».

Queda por ver hasta qué límites llega la tolerancia de Roma del rechazo de ciertos puntos del Vaticano II.

Todo parece indicar que estamos ante una propuesta de lo que podría llamarse un pacto de tolerancia mutua.

Por lo tanto, si ocurriese el reconocimiento canónico de la Fraternidad San Pío X, esto sucederá, en el fondo, de modo similar a lo sucedido con la Misa y el Motu proprio: el rito litúrgico nuevo no abrogó el rito litúrgico anterior; ambos subsisten y ambos expresan la misma doctrina; uno es la forma ordinaria y el otro la forma extraordinaria.

Del mismo modo, la nueva doctrina no reemplaza la antigua; hay continuidad en la novedad; un grupo de fieles puede adherir extraordinariamente al magisterio anterior, mientras el grueso de los fieles profesa de modo ordinario la nueva religión conciliar.

Así como la FSSPX aceptó, festejó y agradeció la existencia de dos formas litúrgicas, igualmente podrá aceptar, festejar y agradecer dos formas respecto de la doctrina.

La aceptación de esta relativización del espíritu del Concilio y de la liturgia del Concilio por parte de la FSSPX es muy grave; puesto que pensando infligir una herida mortal al Concilio y sus reformas, lo que acepta y provoca es la relativización del Magisterio infalible y de la Sagrada Liturgia.

En lugar de terminar con el Concilio Vaticano II, la Tradición se verá absorbida por el modernismo conciliar.

LO QUE CONTENDRÍA EL PREÁMBULO DOCTRINAL

Si bien ni Roma ni la FSSPX indican qué enseñanzas fundamentales debe aceptar la Fraternidad para reintegrarse a la Iglesia Conciliar, ni qué elementos del Concilio podrían discutirse, sin embargo, los expertos vaticanistas dicen que los «principios doctrinales y criterios de interpretación de la doctrina católica, necesarios para garantizar la fidelidad al Magisterio de la Iglesia y el sentire cum Ecclesia», de que habla el Preámbulo doctrinal, no serían otros que los contenidos en la
Professio Fidei publicada en 1989 por el Cardenal Ratzinger
.

Esta nueva Profesión de Fe, que reemplaza al Juramento Antimodernista, indica tres diversos grados de asentimiento a los que está obligado el fiel:

1º) Creer «con fe firme» lo que está «contenido en la Palabra de Dios» y lo que la Iglesia propone «como revelación divina».

2º) Comprometerse a acoger todos los dogmas declarados tales hasta el día de hoy.

3º) Adherir «con religioso obsequio de la voluntad y del intelecto» a las enseñanzas que el Papa y el Colegio de los Obispos «proponen cuando ejercitan su magisterio auténtico», aunque no sean proclamados de modo dogmático, es decir, definitivo.

De este tercer punto forman parte, por ejemplo, las encíclicas; y en él se localizan también muchos de los documentos del Vaticano II, que tienen que ser leídos como desarrollo y no como ruptura con la doctrina precedente, según la hermenéutica propuesta por Benedicto XVI.

Por lo tanto, si bien el Comunicado habla, y lo recalca Monseñor Fellay en su entrevista, de «dejar abierto a una discusión legítima, el estudio y la explicación teológica de expresiones o formulaciones particulares presentes en los documentos del Concilio Vaticano II y del Magisterio sucesivo», es claro que aceptar la Profesión de Fe que contendría el Preámbulo no significa que las diferentes interpretaciones de los textos puedan ser utilizadas como pretexto para rechazar el magisterio conciliar y postconciliar.

En concreto, la FSSPX ha caído nuevamente en la trampa que le tendiera Joseph Ratzinger en 1987-1988.

Monseñor Lefebvre, en una homilía pronunciada en Ecône, el 14 de mayo de 1989, pone de manifiesto que la nueva Profesión de fe de 1989 impone la aceptación de los errores del Concilio. Todo sacerdote, incluso si obtiene de Roma la facultad de celebrar la Misa según el rito de San Pío V, debe someterse a las enseñanzas del nuevo magisterio, en la continuidad con Vaticano II.

Esta es la razón por la que, mientras Roma imponga estos errores del Concilio, el estado de necesidad permanece en la Iglesia y hace necesaria la resistencia.

Escuchemos a Monseñor Lefebvre:

Por eso cuando se nos dice: «Pero se oponen al Papa», no es cierto. Nos oponemos al Papa en la medida en que el Papa no se hace ya eco del Espíritu Santo en la verdad y la santidad. Pero no estamos en contra del Papa, sucesor de Pedro, cuando se presenta de verdad como sucesor de Pedro, fiel a su función. He aquí lo que debemos responder.

Veamos un ejemplo aún reciente, que nos hace dudar de una próxima vuelta a la Tradición de los que tienen la autoridad en Roma actualmente.

Ustedes saben que últimamente, a principios del mes de mayo, apareció un decreto de Roma, que inaugura una nueva Profesión de Fe.

En esta nueva Profesión de Fe —que sustituye de alguna manera el Juramento Antimodernista de San Pío X— encontramos el Credo. No hay problema; el Credo es el de siempre. Ninguna vacilación a firmar esta Profesión de Fe que es el Credo.

Y luego hay tres artículos. Los dos primeros se ajustan perfectamente a la fe tradicional: no hacen más que decir que se adhiere a toda la verdad que ha sido declarada por los Papas durante los concilios dogmáticos antiguos.

Pero el tercer párrafo, que se explica en el preámbulo de esta Profesión de Fe, pide a los que firmen estar de acuerdo con el magisterio de la Iglesia de hoy —es decir, con los obispos dispersos a través del mundo y unidos al papa— profesando su fe.

Y dicen claramente en el preámbulo: es para que todo el mundo acepte lo que se dijo y lo que se hizo durante el Concilio y después del Concilio Vaticano II.

He aquí, entonces una Profesión de Fe que habría sido muy normal hasta este último párrafo, se añade un párrafo que nos pone en la obligación de aceptar el Concilio y las consecuencias del Concilio, que son contrarias a lo que afirman los párrafos anteriores, cuando dicen que es necesario adherirse a la doctrina tradicional de la Iglesia.

Y es esta Profesión de Fe precisamente, la que se va a hacer firmar a todos los que se sometieron de nuevo a la autoridad romana, obviamente. Puesto que esta Profesión de Fe se destina a todos los que tienen un cargo cualquiera y a todos los que van a entrar en los órdenes y van a recibir las ordenaciones, van a tener que firmar esta fórmula.

Es una manera, por lo tanto, de exigir en adelante de todos los que se unieron de nuevo a las autoridades romanas, en todos los puntos, someterse al Concilio y a las consecuencias del Concilio.

Por lo tanto, vemos allí la voluntad de los que tienen actualmente la autoridad en la Iglesia de someternos a este espíritu del Concilio, que es un espíritu modernista, un espíritu liberal, que destruyó la Iglesia y que sigue destruyendo la Iglesia. ¡Eso no podemos admitirlo!

No aceptamos que se nos diga estar contra el Papa. No estamos en contra del Papa como Papa, pero estamos en contra del Papa que nos enseña cosas que han sido condenadas por sus antecesores.

¡O estamos con sus antecesores, que declararon la verdad de siempre, que están en concordancia con la Iglesia desde los apóstoles hasta el papa Pio XII! ¡O estamos con el Concilio y estamos en contra de los antecesores de los papas actuales!

Es necesario elegir, hay una elección que hacer.

Está claro que la Tradición se encuentra con los 250 papas que precedieron al papa Juan XXIII y al concilio Vaticano II. Queda claro. O entonces la Iglesia siempre se ha equivocado.

He aquí la situación en la cual nos encontramos. Es necesario ser firmes, claros, decididos y no vacilar.

Queremos estar con Virgen María. Queremos estar en Pentecostés, con los Apóstoles, con la Virgen María en el Espíritu de verdad y en el Espíritu de santidad, que es el espíritu de la Iglesia.

Y no queremos cambiar. Cualesquiera que sean las autoridades que quieren hacernos cambiar este espíritu, lo rechazamos. Queremos seguir siendo católicos. No queremos convertirnos en liberales, ni modernistas, ni protestantes.

Ante esta situación, lo cierto es que es imposible para nosotros tener contactos seguidos con Roma, porque hasta ahora Roma pide que, si queremos recibir cualquier cosa, cualquier indulto, sea para la Santa Misa, sea para la liturgia, para los seminarios, deberíamos firmar la nueva Profesión de Fe que ha sido escrita por el Cardenal Ratzinger en el mes de febrero. La cual contiene la aceptación expresa del Concilio y de sus consecuencias. Es necesario saber lo que queremos. (De la Homilía de Monseñor Lefebvre en el Bourget, 19 de noviembre de 1989).

Tal vez me dirán: pero Roma parecía accesible para permitir rezar la Misa antigua, la misa católica, y por lo tanto no debería haber más problemas para nosotros. Pero eso es colocarnos en una contradicción, porque, al mismo tiempo que da a la Fraternidad de San Pedro y a la Abadía del Barroux y otros grupos la autorización para celebrar la misa de siempre, al mismo tiempo ellos deben firman una Profesión de Fe en la que está inscrito el Concilio, en la que es necesario aceptar el espíritu del Concilio. Esta es una contradicción, porque el espíritu del Concilio se expresa en la Nueva Misa. ¿Cómo querer mantener la Misa tradicional aceptando el espíritu que destruye la Misa tradicional? Es colocarse en una contradicción. (De la Homilía de Monseñor Lefebvre, del 29 de abril de 1990).

Fideliter: ¿Cree usted que la situación se ha deteriorado aún más desde que las conversaciones iniciadas condujeron a la redacción del Protocolo del 5 de mayo de 1988?

Monseñor: ¡Oh, sí! Por ejemplo, el hecho de que la Profesión de Fe que ahora es exigida por el Cardenal Ratzinger desde el inicio de 1989. Esto es un hecho muy grave. Porque exige a todos aquellos que se unieron o que podrían hacerlo hacer una profesión de fe en los documentos del Concilio y en las reformas post-conciliares. Para nosotros es imposible. (Entrevista a Monseñor Lefebvre. Fideliter Nº 79, enero-febrero de 1991).

LAS PREVISIONES

A la pregunta En cuanto al estatuto canónico que sería propuesto a la Fraternidad San Pío X, a condición de adherir al preámbulo doctrinal, se ha hablado de prelatura más bien que de ordinariato, ¿es eso exacto?, Monseñor Fellay respondió:

Como Ud. lo señala acertadamente, este estatuto canónico está condicionado; su modalidad exacta sólo puede ser considerada más tarde, y queda todavía como objeto de discusión.

Sin embargo, teniendo en cuenta:

Los anuncios de un próximo Capítulo General…

La manipulación y mentalización realizada en los sitios oficiales de la FSSPX…

El Comentario Eleison de Monseñor Williamson…

TODO INDICARÍA que la FSSPX va hacia un Acuerdo canónico

Capítulo General…

Una lectora desde Inglaterra envió esta noticia: el Superior del Distrito, Padre Morgan, en el Boletín Oficial abordó con antelación la reunión romana de este 14 de septiembre y anunció un Capítulo General para los primeros días de octubre.

Como el mismo Monseñor Fellay lo recuerda en la entrevista del 14 de septiembre, él no puede tomar ninguna decisión importante sin el consentimiento del Capítulo General.

Sin embargo, el Padre Morgan resta importancia a esa reunión y nos dice que sólo se tratará el tema de los medios de comunicación.

He aquí el texto del Padre Morgan:

Como se mencionó en el boletín anterior, Monseñor Fellay y los dos asistentes se reunirán con el cardenal Levada en Roma el 14 de septiembre con respecto al resultado de las conversaciones que tuvieron lugar estos últimos dos años sobre las cuestiones doctrinales.

Se especula que la situación canónica de la Sociedad también se puede abordar en esta ocasión, pero es importante recordar que Monseñor Fellay ha dicho en repetidas ocasiones, por ejemplo en sus Cartas a los amigos y benefactores, que cualquier acuerdo práctico no podía llegar antes de una resolución de las cuestiones doctrinales.

El Superior General y los Superiores de Distrito también se reunirán en Albano, cerca de Roma, del 6 al 8 de octubre, pero esto tiene relación con los medios de comunicación en general, y no debe ser visto como algo malo.

La manipulación y mentalización realizada en los sitios

Las Portadas del sitio oficial La Porte Latine.

Monseñor Williamson terminó su Comentario Eleison del 3 de septiembre de 2011 con estas palabras:

El problema central entre el Vaticano y la FSSPX de Monseñor Lefebvre es tan objetivo como 2 + 2 = 4. En ningún momento en la historia, ya sea mirando hacia atrás o hacia adelante en la eternidad, en ningún planeta o estrella creada o por ser creada, podría 2 + 2 ser algo diferente que cuatro, exclusivamente.

¿Acaso no es esa la razón por la cual, cuando todos los esfuerzos tácticos de Mons. Lefebvre habían fracasado en las negociaciones de Mayo de 1988 para obtener del Cardenal Ratzinger un lugar seguro para la Fe dentro de la corriente oficial de la Iglesia, él dijo sus famosas palabras? «Su Eminencia, aún cuando usted nos diera todo lo que queremos, aún así tendríamos que rechazarlo porque nosotros estamos trabajando para cristianizar la sociedad, mientras que ustedes están trabajando para des-cristianizarla. La colaboración entre nosotros no es posible»

Ahora bien, estas palabras son del 14 de julio de 1987, repetidas el 4 de septiembre de 1987, el 3 de octubre de 1987… pero no después del fracaso de mayo de 1988…

TODO INDICARÍA
è Acuerdo canónico

Cabe recordar que entre 2001 y 2009, el Vaticano hizo tres ofertas a la Fraternidad San Pío X para volver a formalizar su situación. Las mismas fueron hechas en nombre de Roma por el Cardenal Castrillón Hoyos:

A fines del año 2000, para transformar la Fraternidad San Pío X en una Administración Apostólica;

El Vaticano se nos ha acercado de nosotros a fines del año pasado en la persona del Cardenal Castrillón Hoyos, y nos hizo una propuesta de acuerdo. (…) Roma haría un decreto por al cual se erigiría una especie de cuasi-diócesis personal que agruparía alrededor de la Fraternidad San Pío X, que sería el núcleo, todas las sociedades amigas (e incluso, si estuviésemos de acuerdo, las comunidades actuales de Ecclesia Dei). Estaríamos independientes de los obispos locales en nuestras actividades apostólicas y los fieles estarían en una jurisdicción mixta. Es decir, que no tendrían que hacer ningún acto en particular con el fin de recibir el ministerio de nuestros sacerdotes y todos los sacramentos. Sería una especie de ratificación en derecho de lo que somos y estamos haciendo. Nosotros, especialmente los obispos, no tendríamos nada especial que firmar, ninguna declaración en particular, sino simplemente un juramento de fidelidad que cada persona debe pronunciar al recibir un oficio eclesiástico. Se trata, por supuesto, de la profesión de fe y del juramento de fidelidad del Cardenal Ratzinger, lo cual no está exento de dificultades (Cor Unum 68, febrero de 2001, págs.1-2).

El 4 de junio 2008, junto con el ultimátum, de una Prelatura Personal universal;

Reiteradas propuestas, de enero a marzo de 2009, de dar a la Fraternidad San Pío X, a título de primera etapa de reconocimiento, un estatus de Instituto de Derecho Pontificio.

Para la FSSPX (según ellos), los préalables o condiciones previas han sido obtenidas; la última etapa del proceso, es decir, el acuerdo canónico, está virtualmente concedido.

Recordar las citas desde diciembre último y los artículos sobre las etapas del plan.

En cuanto a las discusiones doctrinales… ya vemos los resultados…

Todo lo que llevamos dicho indicaría que próximamente al Vaticano autorizará por un estatuto canónico a la FSSPX.

Cada vez aparece más claro que el regreso de la Fraternidad San Pío X a la plena legalidad canónica y la solución definitiva de la crisis en la Iglesia deben ser distinguidas.

Las etapas del plan…

A principio de 2088 circuló un documento escrito por el Padre Celier, a pedido de Monseñor Fellay.

Allí puede leerse:

En el sentido preciso de los términos técnicos la palabra «acuerdo» designa un documento jurídico mediante el cual la Santa Sede restituiría a la Fraternidad San Pío X su plena y entera legalidad canónica.

Este documento de la Santa Sede estaría acompañado de una sanatio in radice de los distintos actos jurídicos realizados por la Fraternidad San Pío X desde 1975.

En un sentido más amplio, también se le llama «acuerdo» (o elementos de un acuerdo) a todo intercambio, toda reunión, cualquier tipo de correspondencia, una concertación entre la Sede Apostólica y la Fraternidad San Pío X para mejorar la situación de la Iglesia y de la Fraternidad, de la Fraternidad en la Iglesia.

En este sentido amplio, se podría hablar de un «acuerdo» (al menos parcial) si, por ejemplo, las excomuniones, las suspensiones y otras sanciones fulminadas por Roma (aunque no reconocidas por la Fraternidad) fuesen descartadas, beneficiándose la Fraternidad de un estatus intermedio de «amplia tolerancia», que permitiese preparar el camino para la restitución definitiva y pública de la plena legalidad canónica.

Diversas figuras canónicas andan dando vueltas como posibilidades:

Ordinariato

Prelatura Personal

Administración Apostólica

Prelatura Territorial

Vicariato Apostólico

Prefectura Apostólica

Diócesis Personal

Algunas existen concretamente en el Código de Derecho Canónico, unas en el tradicional, otras en el conciliar, otras en ambos.

Un Ordinariato es una circunscripción erigida para atender espiritualmente a los fieles:

De ritos orientales en países sin territorio propio para su rito: Ordinariato Oriental.

Que forman parte de las Fuerzas Armadas de un determinado país: Ordinariato Militar.

Que pasaron del anglicanismo al conciliarismo.

El ordinariato estaría dentro de lo que se conoce como Iglesias Particulares. Se equipara a estas figuras: diócesis, prelatura territorial, abadía territorial, vicariato apostólico o prefectura apostólica. (ver cánones 368-373)

El Ordinariato Personal suena parecido a la Prelatura Personal.

PARTE I – TITULO IV De las prelaturas personales

294 Con el fin de promover una conveniente distribución de los presbíteros o de llevar a cabo peculiares obras pastorales o misionales en favor de varias regiones o diversos grupos sociales, la Sede Apostólica, oídas las Conferencias Episcopales interesadas, puede erigir prelaturas personales que consten de presbíteros y diáconos del clero secular.

295 §1 La prelatura personal se rige por los estatutos dados por la Sede Apostólica y su gobierno se confía a un Prelado como Ordinario propio, a quien corresponde la potestad de erigir un seminario nacional o internacional, así como incardinar a los alumnos y promoverlos a las órdenes a título de servicio a la prelatura.

§2 El Prelado debe cuidar de la formación espiritual de los ordenados con el mencionado título, así como de su conveniente sustento.

296 Mediante acuerdos establecidos con la prelatura, los laicos pueden dedicarse a las obras apostólicas de la prelatura personal; pero han de determinarse adecuadamente en los estatutos el modo de cooperación orgánica y los principales deberes y derechos anejos a ella.

297 Los estatutos determinarán las relaciones de la prelatura personal con los Ordinarios locales de aquellas Iglesias particulares en las cuales la prelatura ejerce o desea ejercer sus obras pastorales o misionales, previo el consentimiento del Obispo diocesano.

En el Código del año 1917 no hay correspondencia. Hay que ir a Pío XII para la creación del Opus Dei.

PARTE II – SECCION II De lAS IGLESIAS PARTICULARES Y DE SUS AGRUPACIONES

TITULO I
De las Iglesias particulares y de la autoridad constituida en ellas

CAPITULO I De las Iglesias particulares

368 Iglesias particulares, en las cuales y desde las cuales existe la Iglesia católica una y única, son principalmente las diócesis, a las que, si no se establece otra cosa, se asimilan la prelatura territorial y la abadía territorial, el vicariato apostólico y la prefectura apostólica, así como la administración apostólica erigida de manera estable. (ver canon 215 § 2)

369 La diócesis es una porción del pueblo de Dios cuyo cuidado pastoral se encomienda al Obispo con la cooperación del presbiterio, de manera que, unida a su pastor y congregada por él en el Espíritu Santo mediante el Evangelio y la Eucaristía, constituya una Iglesia particular, en la cual verdaderamente está presente y actúa la Iglesia de Cristo una, santa, católica y apostólica. (no hay correspondencia)

370 La prelatura territorial o la abadía territorial es una determinada porción del pueblo de Dios, delimitada territorialmente, cuya atención se encomienda, por especiales circunstancias, a un Prelado o a un Abad, que la rige como su pastor propio, del mismo modo que un Obispo diocesano. (no hay correspondencia)

371 §1 El vicariato apostólico o la prefectura apostólica es una determinada porción del pueblo de Dios que, por circunstancias peculiares, aún no se ha constituido como diócesis, y se encomienda a la atención pastoral de un Vicario apostólico o de un Prefecto apostólico, para que las rijan en nombre del Sumo Pontífice.

§2 La administración apostólica es una determinada porción del pueblo de Dios que, por razones especiales y particularmente graves, no es erigida como diócesis por el Romano Pontífice, y cuya atención pastoral se encomienda a un Administrador apostólico que la rija en nombre del Sumo Pontífice. (ver cánones 293 y 312)

372 §1 Como regla general, la porción del pueblo de Dios que constituye una diócesis u otra Iglesia particular debe quedar circunscrita dentro de un territorio determinado, de manera que comprenda a todos los fieles que habiten en él.

§2 Sin embargo, cuando resulte útil a juicio de la autoridad suprema de la Iglesia, oídas las Conferencias Episcopales interesadas, pueden erigirse dentro de un mismo territorio Iglesias particulares distintas por razón del rito de los fieles o por otra razón semejante. (no hay correspondencia)

373 Corresponde tan sólo a la suprema autoridad el erigir Iglesias particulares; las cuales, una vez que han sido legítimamente erigidas, gozan ipso iure de personalidad jurídica. (ver canon 215 § 1)

A diferencia de una Prelatura Personal, el Ordinariato Apostólico es independiente de los obispos locales y a diferencia de la Administración Apostólica, como la de Campos en Brasil, no está confinada únicamente a una diócesis.

Eleison del 18 de junio:

¿Qué más podría pedir la Fraternidad?

Pide que Roma regrese a la Verdad porque sabe, como los Comunistas y los Neo-modernistas, que cualquier colaboración práctica a la que se llegue al amparo de un desacuerdo doctrinal la llevará eventualmente, por un sinfín de razones humanas, a absorber la falsa doctrina de los enemigos de la Fe, en otras palabras a traicionar la Verdad. Esta es la razón por la cual el Superior General de la Fraternidad ha repudiado en público en reiteradas ocasiones cualquier arreglo canónico con Roma que preceda a un acuerdo doctrinal. Mas las Discusiones por lo menos han servido para demostrar lo profundo del desacuerdo doctrinal entre la Fraternidad y la Roma Neo-modernista. Esa es la razón por la cual los Católicos deben estar preparados para que la Fraternidad rechace aún el ofrecimiento de un Ordinariato Apostólico, por muy bien intencionadas que parezcan las autoridades Romanas.

CONCLUSIÓN

A partir del año 2000, las autoridades de la FSSPX se encontrarían (digo ían) abocadas a la tarea de restablecer la Tradición en el Vaticano.

El método comportaría (digo ía) un plan dividido en 2 etapas:

1ª Etapa: Alcanzar una regularización de la FSSPX de parte de la Roma Conciliar.

2ª Etapa: Una vez al interior de la Iglesia Oficial, realizar la expansión de la Tradición a todo el resto, o sea, realizar la tan añorada Restauración de la Iglesia.

Cabe destacar que tanto el Vaticano como las autoridades de la FSSPX coinciden en querer concretar la 1ª Etapa, pero con objetivos totalmente opuestos.

Los dos quieren la regularización para obtener con ella la situación más favorable durante la 2ª Etapa:

La FSSPX buscará, «con el éxito conseguido», convertir la mayor cantidad posible de almas, para lograr en forma posterior «la restauración de la Iglesia».

El Vaticano, mientras tanto, buscará introducir el veneno modernista en la Fraternidad, dividir a sus integrantes y desarmar la resistencia que hasta hace unos años ofrecía; para lograr, en forma posterior, instaurar la Religión Mundial y desterrar de la sociedad a la Iglesia de Cristo.

Hay que tener en cuenta para esta 2ª Etapa:

a) La ocupación del Vaticano es el resultado de más de 500 años de revolución. La FSSPX, luego de 10 años de trabajo efectuará el proceso inverso en el Vaticano…

b) Las palabras de Monseñor Lefebvre:
Son cosas que son fáciles de decir. Ponerse dentro de la Iglesia, ¿qué es lo que eso quiere decir? Y en primer lugar, ¿de qué Iglesia
se habla
? Si es de la Iglesia conciliar, sería necesario que nosotros, quienes luchamos contra ella durante veinte años, porque queremos la Iglesia Católica, volviésemos a entrar en esta Iglesia conciliar
para supuestamente volverla católica. ¡Es una ilusión total! No son los súbditos los que hacen a los superiores, sino los superiores los que hacen a los súbditos. En toda esta Curia romana, entre todos los obispos del mundo, que son progresistas, yo habría sido ahogado completamente. No habría podido hacer nada, ni proteger a los fieles y a los seminaristas
.

Por todo lo dicho, y lo mucho que queda en el tintero, lamentamos mucho que se hayan abandonado las directivas indicadas por Monseñor Lefebvre después de las consagraciones episcopales, y se hayan iniciado esas negociaciones que hoy culminan con estas discusiones doctrinales y un Preámbulo doctrinal, verdadera trampa ratzingeriana, en la cual cayó Monseñor Lefebvre, y en la cual hoy vuelven a caer las actuales autoridades de la FSSPX.

Es necesario regresar a la Carta Magna de la Tradición, la Declaración de Monseñor Lefebvre del 21 de noviembre de 1974, así como a la Carta Magna de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, la Carta Abierta al Cardenal Gantin, del 6 de julio de 1988.

Bien escribió Radio Cristiandad:

La Fraternidad saldrá desdibujada finalmente de todo este asunto del «ir a Roma».

Perdió.

Perdió feligreses y sacerdotes.

Perdió credibilidad y respeto. Ese respeto que tan bien supo ganar Monseñor Lefebvre aun por parte de los enemigos modernistas.

Mintió, usó a la Santísima Virgen con las falsas Cruzadas de Rosarios, amenazó, expulsó, dejó sin Sacramentos, persiguió, calumnió, difamó.

Y sobre todo aplaudió. Se alegró de la muerte de la Santa Misa Católica. Y hasta cantó el Te Deum con motivo del asesinato llamado Summorum Pontificum.

Y se regocijó ante el impío «levantamiento de las excomuniones». Sabiendo claramente que tal determinación era absolutamente infamante para la batalla por la Supervivencia de la Tradición, dejando en el oscuro armario de las excomuniones a Monseñor Lefebvre y a Monseñor de Castro Mayer. Y luego reconocerían que sabían perfectamente que el Decreto iba a ser redactado por Roma de ese modo.

Mentiras, engaños, distracciones a los fieles con los Rosarios…

Y con total desparpajo pidieron ser «reconocidos por Roma» para estar en «plena comunión». Y argumentaron sentirse tristes de la situación en la que estaba la Fraternidad.

Una situación que algunos años antes les llenaba de orgullo.

Un montón de pecados que se hicieron «necesarios» para poder «ir a Roma».

¿Y ahora?

Ahora, quedan las posibilidades de regularización canónica. Pues Roma no se va a bajar del Concilio Vaticano II.

Pero entonces, ¿ir a Roma, estuvo de más? ¿Fue un acto malo en sí mismo?

El modo como llegaron a Roma fue malo en sí mismo. «Ir a Roma», se sabía, ni era necesario, ni sería beneficioso. Pero avanzar hacia Roma rompiendo todo en el camino… Fue un espanto.

Y entonces, ¿para qué fueron?

Pregúnteselo a Monseñor Fellay, a Monseñor de Galarreta, a Monseñor Williamson o a Monseñor Tissier de Mallerais. O a los conspicuos asesores como Maximilian Krah. O a los vendedores de ilusiones como Schmidberger. O a la «policía departamental» como Bouchacourt.

Nosotros sí sabíamos lo que iba a pasar por «ir a Roma».

Si lograban el acuerdo habrían trampeado a la obra de Monseñor Lefebvre. La habrían dinamitado, demolido, violado y abandonado.

Si no lograban el acuerdo, esa Roma apóstata y anticristo, no los dejaría salir inmunes.

Y entonces todo sería peor que al principio.

Para concluir, recuerden las palabras de Monseñor Lefebvre en la última entrevista que se le hiciera poco antes de morir.

Al preguntársele ¿Qué puede decir a aquellos de entre los fieles que esperan siempre en la posibilidad de un acuerdo con Roma?

Respondió:
Nuestros verdaderos fieles, aquellos que comprendieron el problema y que, precisamente, nos ayudaron a proseguir la línea recta y firme de la Tradición y de la fe, temían las gestiones que hice en Roma. Me dijeron que era peligroso y que perdía mi tiempo. Sí, por supuesto, he esperado hasta los últimos minutos que en Roma dieran prueba de un poco de honradez. No se puede acusarme de no haber hecho el máximo. Por eso ahora, a los que vienen a decirme: es necesario entenderse con Roma, creo poder afirmar que fui incluso más lejos de lo que habría debido ir.

… je suis allé plus loin même que je n’aurais dû aller…

Sean estas las palabras para meditar…