Del misal de Juan XXIII y la Fraternidad Sacerdotal San Pío X

Tomado de un escrito de Jaime Flores

 

En su libro Historia de la Liturgia, Xabier Basurko expone los cambios que ha sufrido el Oficio de la Horas de la siguiente manera:

En el siglo XVI, el cardenal Francisco Quiñonez (+1540) había compuesto, bajo la orden de Clemente VII, un breviario que fue aprobado por Paulo III en 1535; estaba destinado a la recitación privada y fue acogido con entusiasmo, según testimonia la multitud de ediciones (unas cien) que de él se hicieron entre 1535 y 1568. Este Breviario presentaba una repartición semanal del salterio, sin repetición, con tres salmos por Hora; aumentaba la longitud de las lecturas bíblicas que se leían de «forma continua»; suprimía las leyendas y los oficios votivos así como las partes corales, como respuestas, antífonas, intercesiones, y numerosos himnos. «El resultado era -como dice Robert Taft- un breviario breve, homogéneo, simple y práctico con una importante cantidad de textos escriturísticos».

Pero veintitrés años más tarde, en 1568, este Breviario del cardenal Quiñonez, fue prohibido por Pío V como contrario a la tradición. Ese mismo año se publica el Breviario del concilio de Trento, con el deseo de volver a la tradición milenaria del Oficio Romano. Al promulgar el nuevo breviario, con la bula Quod a nobis, Pío V declara que jamás se podrá cambiar ese Breviario, añadiendo o quitando algo de él.

Ello no impidió para que su sucesor inmediato, Gregorio XIII, así como otros papas posteriores, como Sixto V, Gregorio XIV, Clemente VIII y Urbano VIII aportaran importantes correcciones y retoques.

Ya en el siglo XX, Pío X realiza una reorganización del Oficio. Modifica la antigua distribución de los salmos, que ya no fue guardado mas que en el Breviario monástico. Al dividir los salmos, aligera su cantidad semanal casi a la mitad. En efecto, la menor cantidad de salmodia en las fiestas de los santos, había sido una de las causas del crecimiento constante de su número.

Pero esta reforma pronto aparecerá como insuficiente. Tras la II Guerra mundial, los cambios en las rúbricas y en el calendario dictados por Pío XII (1955) y por Juan XXIII marcharon en la misma dirección».

Hasta aquí las palabras de Basurko.

Aun cuando el citado libro tiene por objetivo presentar la historia litúrgica, lo que afirma y que ha sido puesto en negritas por nosotros, ha atraído nuestra atención por la explícita prohibición de cambiar en forma alguna el breviario y por las modificaciones que este sufriera a pesar de tal prohibición. Curiosamente la bula Quo Primum Tempore, también de San Pío V, expresamente prohíbe cambios en el misal llamado tridentino. Esta prohibición es frecuentemente esgrimida como argumento para rechazar los cambios que hiciera Juan XXIII.

Pero el hecho de no haberse acatado la veda expresada en la bula Quod a nobis, fácilmente pudiera ser empleado como argumento para justificar las modificaciones hechas en el Misal.

Además, no hay necesidad de recurrir a fuentes de información especializadas para encontrar esta información: cualquier cibernauta puede encontrarla en múltiples sitios. Baste citar, como ejemplo, uno de los sitios informativos más populares en la red: wikipedia:

En su última sesión, el Concilio de Trento confió al Papa la revisión del breviario. El 9 de julio 1568 el Papa Pío V promulgó una edición, conocida como el Breviario Romano, con su Constitución Apostólica Quod a nobis, imponiendo de la misma manera en que impuso su Misal Romano dos años después y utilizando un lenguaje muy similar al de la bula Quo primum con la que promulgó el Misal, en relación, por ejemplo, a la fuerza permanente de sus disposiciones, a la obligación de utilizar en todos los lugares el texto promulgado, y a la prohibición total de añadir ni quitar nada, declarando: «Nadie, quien quiera que sea, tiene permiso de modificar esta carta o de aventurarse imprudentemente a ir en contra de esta nota de Nuestro permiso, estatuto, ordenanza, mandato, precepto, indulto, voluntad y prohibición. Si alguien, sin embargo, intentara cometer tal acto, sepa que incurriría en la Ira de Dios omnipotente y de los Bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo». Es obvio que él no intentaba atar a sus sucesores. El papa Clemente VIII hizo cambios que marcó obligatorios el 10 de mayo de 1602, 34 años después de la revisión de Pío V. Urbano VIII hizo más cambios, entre ellos «una profunda alteración en el carácter de algunos de los himnos. Aunque algunos de ellos sin duda ganaron en el estilo literario, sin embargo, para desgracia de muchos, también perdieron algo de su antiguo encanto de sencillez y fervor». Para la revisión profunda del libro realizada por el Papa Pío X, ver Reforma del Breviario Romano por el Papa Pío X.

Hasta aquí Wikipedia. Las negritas y subrayado, como en el caso de la cita de Basurko, son nuestros.

El R. P. Ceriani, en su estudio «Misal de San Pío V y Misal de Juan XXIII», dice:

En el tema que estamos estudiando, lo que nos interesa es que en la Bula Quod a Nobis, equivalente a la Quo primum tempore, San Pío V decía: «Establecemos que este Breviario en ningún tiempo debe ser modificado, sea en su totalidad, sea en parte, y que no debe agregársele ni quitársele nada» (Statuentes Breviarium ipsum nullo unquam tempore vel totum, vel ex parte mutandum, vel ei aliquid addendum, vel omnino detrahendum esse).

«Establecemos que todos aquellos que deben decir y salmodiar las Horas Canónicas estarán desde ahora absolutamente obligados a perpetuidad a decir y salmodiar esas Horas según las prescripciones y ordenanzas de este Breviario Romano» (Ad dicendum el psallendum posthac in perpetuum Horas ipsas ex huius Romani Breviarí preescripto et ratíone omnino teneri).

La precisión y contundencia de tales palabras, no obstaron para que fueran abolidas por San Pío X, según continúa diciendo el P. Ceriani:

Y, por su parte, San Pío X en la Bula Divino afflatu dice: «Por lo cual, por la autoridad de estas Letras, abolimos ante todo el orden de los Salmos tal como se encuentra hoy en el Breviario Romano y prohibimos su uso» (Ante omnia Psalteríi ordinem abolemus eiusque usum omnino interdicimus).

Entonces, ¿cómo entender las palabras con que se prohíben cambios al Misal y al Breviario que se encuentran en las bulas Quo Primum y Quod a Nobis respectivamente?

Si se condena a Juan XXIII por haber cambiado lo que San Pío V señaló como inmutable a perpetuidad, ¿se deberá condenar también a Clemente VIII, Urbano VIII, San Pío X y demás Papas que realizaron cambios en el Misal y/o el Breviario?

Quienes sostienen que en su bula Quo primum, San Pío V dejó establecido el Misal a perpetuidad, de manera tal que ni siquiera los Papas posteriores a él pudieran hacerle modificaciones, tendrían que explicar las mudanzas en el breviario cuando existía una bula que, en el mismo tenor de la Quo primum, prohibía modificar el breviario codificado por mandato del Concilio Tridentino.

Una explicación muy razonable la proporciona el mismo P. Ceriani en su citado estudio «Misal de San Pío V y Misal de Juan XXIII», pues en él analiza primeramente el espíritu de la bula Quo Primum para poder interpretarla apropiadamente. Ese espíritu de la bula es el de mantener la uniformidad en el rito latino de la Misa.

Sin embargo, el P. Ceriani no justifica ni encuentra justificados los cambios en el Misal introducidos por Juan XXIII, pues descubre en ellos la manifiesta intención de deformar y debilitar la fe, en una franca maniobra preparatoria a la imposición de un nuevo rito protestantizado, como lo sería el llamado Novus Ordo Missae de Paulo VI.

Lo importante entonces es saber por qué debe rechazarse el misal de Juan XXIII. Si ese rechazo se fundamenta únicamente en la prohibición que se lee en la bula Quo Primum, entonces debería haber un igual rechazo a los cambios en el breviario, incluso a aquellos aprobados por San Pío X. No hacerlo significaría ser incongruente. Entonces, ¿por qué aceptar unos cambios y no otros?

El mismo P. Ceriani nos da razones de mucho peso para rechazar el misal de Juan XXIII. Entre otras, cita las siguientes:

  • De modo general y de entrada, podemos decir que han sido promulgadas [las rúbricas de julio de 1960] por quien era sospechoso de modernismo, y que había convocado el Concilio Vaticano II.
  • Entrando en detalles, hemos visto que fueron compuestas bajo la dirección de Ferdinando Antonelli, que luego suscribiría la Nueva Misa, y de Annibale Bugnini, el sepulturero de la Misa Tradicional, artífice de la Nueva Misa, notorio modernista y masón.
  • La historia prueba que, en cuanto al pasado, se fundamenta sobre los principios del «movimiento litúrgico desviado», y respecto de lo futuro, preparaban la Nueva Liturgia en general y la Nueva Misa en particular.

El caso del Novus Ordo Missae de Paulo VI es bastante más sencillo, puesto que, de acuerdo con los Cardenales Ottaviani y Bacci, la misa de Paulo VI «se aleja de modo impresionante, tanto en conjunto como en detalle, de la teología católica».

 

Por otra parte, la confusión generada por todos esos cambios realizados poco antes, durante y después del concilio de Juan XXIII y Paulo VI, fue tan grande que pocos, muy pocos, pudieron darse cuenta de lo que estaba ocurriendo. El tiempo ha dado oportunidad de que se vean los frutos generados por tales cambios y ahora resulta relativamente sencillo visualizar y distinguir los hechos. Pero aun en la actualidad existe una gran confusión que tiene a los mismos católicos muy perturbados y divididos.

La profecía se ha cumplido plenamente: «Hiere al pastor, y serán dispersadas las ovejas» (Za 13, 7)

Ante la carencia de un guía confiable (como durante siglos lo fue el Sumo Pontífice), los sacerdotes y fieles que han podido darse cuenta de la situación anormal en Roma, se han retraído asumiendo una cautela extrema ante todo lo emanado por las autoridades vaticanas.

Esta cautela, naturalmente ha conducido a diversas posturas. Así pues, hay quienes rechazan absolutamente todo lo que proviene de Roma, negando incluso la legitimidad de quien se ostenta como Papa, en tanto que otros rechazan únicamente aquello que es evidentemente contrario a la fe o que pone en peligro la salvación de las almas.

Entre estos dos extremos hay una infinidad de posturas grupales o individuales. (Adviértase que nos estamos refiriendo únicamente a los católicos que se han percatado de las anomalías en Roma, es decir, nos referimos a los llamados católicos tradicionalistas).

La Fraternidad Sacerdotal San Pío X, sin duda alguna el organismo tradicionalista de mayor presencia en la actualidad, se ha mantenido entre esos dos extremos en ocasiones acercándose a uno, otras veces aproximándose al otro, pero admitiendo siempre la legitimidad de quien se ostenta como Vicario de Cristo en Roma, por lo menos formalmente.

Por este motivo, el misal de Juan XXIII no pudo ser oficialmente rechazado en el interior de la Fraternidad, pues este no dejaba de ser el llamado misal de San Pío V, a pesar de estar plagado de ligeros cambios que, a diferencia de otros introducidos por Papas anteriores, resultaron ser peligrosos al ser preparativos para la recepción de un rito totalmente distinto y protestantizado.

La situación parece que era y es muy simplista para quienes creen que tienen el derecho de determinar quién es o no es Papa.

Así, al sostener que Juan XXIII no era y no fue Papa, no existiría razón alguna para utilizar el misal de 1962.

Pero quienes no se han atribuido ese derecho (aunque puedan tener sospechas e internamente piensen que Juan XXIII no fue Papa, y puedan creer y esperar que en un futuro alguien con la autoridad y derecho necesarios declare tal cosa) tenían y tienen dos opciones: 1) obedecer y seguir un misal que reconocen peligroso ó 2) desobedecer y quedarse con el misal anterior.

La primera opción no era mala, en el sentido de que no se puede señalar algo en particular, algo concreto, que sea intrínsecamente malo, en la edición típica del misal de 1962; pero lo es porque se advierte en él una tendencia a desacralizar, tendencia que ya el P. Ceriani ha explicado en detalle.

La segunda opción podía ser motivo de escándalo, al rechazar abiertamente algo ordenado por el Papa (o por quien aparentemente lo es), puesto que además no hay algo que irrefutablemente se pueda señalar como contrario a la fe.

Una tercera opción sería celebrar con el misal de 1962, pero alejándose de aquellos cambios considerados peligrosos. Peligrosos no por sí mismos, sino porque en conjunto llevan a esa desacralización que se mencionó antes.

Evidentemente, habrá quienes consideren esta actitud o este proceder como propio de tibios, de pusilánimes; otros habrá en cambio que piensen que es una osadía no acatar por entero las disposiciones dictadas por el Papa.

Si hay algo garantizado en estos tiempos de confusión, es que no importa qué se diga o qué se piense: siempre habrá personas que, argumentando de buena fe, condenen lo que otros hagan con la mejor de las intenciones…

Aun así, por mucho que se repudie el misal de Juan XXIII, ha de concederse que es el llamado misal tridentino en el sentido que conserva la esencia del misal de San Pío V, como la conservaron los misales de Clemente VIII y de Urbano VIII. Y es que los cambios que contiene, aunque perniciosos, no alcanzan a ser cambios esenciales.

El misal de Juan XXIII incluye la bula Quo primum (San Pío V), seguida de las bulas Cum sanctisumum Eucharistiae (Clemente VIII) y Si quid est (Urbano VIII) y del motu proprio Rubricarum instructum (Juan XXIII).

Como corolario, y aun a riesgo de ser reiterativo, se concluye que:

A fin de evitar el daño que pudieran ocasionar los cambios introducidos por Juan XXIII, los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X optaron por ignorarlos, apartándose de ellos. En otras palabras, decidieron aceptar únicamente los cambios que no representaban un peligro para las almas. Por ende, no puede decirse, strictu sensu, que los sacerdotes de la Fraternidad celebran la Misa siguiendo el misal de Juan XXIII.

4 comentarios sobre “Del misal de Juan XXIII y la Fraternidad Sacerdotal San Pío X

  1. Bueno, ¿qué no sería «menos» peligroso y embromoso, conseguir un Misal de Trento y celebrar la Misa como Dios manda?

    ¿Para qué tanto brinco estando el suelo parejo? A menos, que lo que se pretenda sea confundir con «tanto» conocimiento de historia …. y vueltas y vueltas al asunto

    Una sopa de hongos, es escencialmente de hongos, pero si al prepararla se cocieron cosmestibles mezclados con venenosos el resultado es fatal… ¿no es asi?

  2. Ave Maria!

    «Bueno, ¿qué no sería “menos” peligroso y embromoso, conseguir un Misal de Trento y celebrar la Misa como Dios manda?»

    En efecto, Alicia. Creo que muchos preferiríamos esa solución. Pero siempre quedaría la cuestión de la desobediencia al Papa.

    Entonces, obedeciéndole hasta donde se consideraba no hacer un daño a las almas fue la opción que se siguió y que se sigue.

    «Una sopa de hongos, es escencialmente de hongos, pero si al prepararla se cocieron cosmestibles mezclados con venenosos el resultado es fatal… ¿no es asi?»

    Nuevamente tiene razón, Alicia. Por eso es que no se sigue el misal de Juan XXIII. En lugar de hacer tal, se apartan esos «hongos venenosos» para dejar un «platillo de setas saludable».

    En definitiva, sea cual sea la solución que se siga, siempre habrá quien no esté conforme o satisfecho, pues si antes la referencia era la palabra del Papa, en las circunstancias actuales no puede serlo.

  3. ALICIA, NO SE PUEDE EXPLICAR EL TEMA MEJOR, NI CON MÁS CLARIDAD, NI CON MENOS PALABRAS. MISAL DE TRENTO , Y SANTAS PASCUAS, ASUNTO CONCLUÍDO. LO DEMÁS SON GANAS DE CONFUNDIR Y MAREAR DE PASO LA PERDIZ, MÁS QUE MAREADA YA.

    1. La decadente Carmen Barrenechea elogiando ahora (a falta de Logan) a Alicia.

      Es claro para los cuatro que hemos participado en estos comentarios (mencionados en orden de aparición : jafg, Alicia, Carmen y un servidor) que lo mejor, que lo insustituible, que lo inmejorable, que lo perfecto es el vera Misa Tridentina rezada acorde a las rúbricas del vero Misal Tridentino.

      De eso ni duda hay, y en eso estaremos de acuerdo todos cuatro.

      Pero lo que se plantea aquí es otra cosa distinta (han leído bien : OTRA COSA DISTINTA :)

      La defensa que muchos católicos hacemos (y me incluyo en el número de quienes estábamos en esa creencia) de la sacra liturgia tridentina, será endeble e indeficiente si nos apoyáramos en la sola sentencia final de la bula Quo Primum Tempore : “Nadie, quien quiera que sea, tiene permiso de modificar esta carta o de aventurarse imprudentemente a ir en contra de esta nota de Nuestro permiso, estatuto, ordenanza, mandato, precepto, indulto, voluntad y prohibición. Si alguien, sin embargo, intentara cometer tal acto, sepa que incurriría en la Ira de Dios omnipotente y de los Bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo”.
      De ser así, sería cuestionable por qué en la homóloga Quod a Nobis (que sentencia con toda claridad : “Establecemos que este Breviario en ningún tiempo debe ser modificado, sea en su totalidad, sea en parte, y que no debe agregársele ni quitársele nada”, “Establecemos que todos aquellos que deben decir y salmodiar las Horas Canónicas estarán desde ahora absolutamente obligados a perpetuidad a decir y salmodiar esas Horas según las prescripciones y ordenanzas de este Breviario Romano”) muchos Santos Pontífices (incluyendo al egregio San Pío X) le impusieron modificaciones al Breviario Romano definido en dicha bula.

      Además, respetables damas :

      1. Visto que en Méjico (de donde somos tres de los cuatro : Alicia, jafg y un servidor) hay muy escasos reductos en donde se pueda rescatar la Santa Misa de siempre (me refiero a aquella que se reza con el vero Misal Tridentino), se tiene que buscar y encontrar algo que satisfaga las necesidades espirituales.
      El platillo que tenemos Alicia es, y tambien estoy de acuerdo con Ud., un platillo en el que hay setas saludables y hongos venenosos. Se come eso o se come nada.
      Sea : quitemos los hongos venenosos, hagámoslos a un lado y comamos.
      Tales son las misas que, rezadas con el misal de Juan XXIII (a quien Dios confunda), son un pobre, un paupérrimo, sustituto de la original, no porque sacrametalmente tengan menos valor, sino porque dicho «misal» fué el preceptor de la hecatombe de nuestros días.
      Tales son las misas que ofician, entre otros, los sacerdotes de la FSSPX.
      Es una verdadera miseria no tener algo más saludable a la mano. Pero es lo que la Divina Providencia nos provee : bendita sea su amorosísima providencia que no se olvida de sus abyectas criaturas.

      A diferencia de Ud., Alicia, jafg y un servidor radicamos en provincia, en un lugar en donde es sumamente difícil acceder a los veros sacramentos. Compadezcase de nosotros en vez de decir con insultante indiferencia ante la desgracia ajena : «sería “menos” peligroso y embromoso, conseguir un Misal de Trento y celebrar la Misa como Dios manda».

      2. Para Ud., Carmen, que radica – hasta donde tengo entendido – en España, vivirá quizás (no puedo asegurarlo toda vez que no he estado en la Madre Patria) una situación similar a la de Alicia, por lo que también para Ud. es fácil hablar de «MAREAR DE PASO LA PERDIZ, MÁS QUE MAREADA YA».

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