Padre Ceriani: La maternidad Divina de María

LA MATERNIDAD DIVINA DE MARÍA

Henos aquí llegados a la cumbre de los misterios de la vida de la Virgen Santísima, al gran arcano de su Maternidad. Y lo que hace medir toda la grandeza de este misterio de la Maternidad Divina de María es el soberano designio de la Reparación del género humano y de la unión de Dios con su obra.

El Arcángel San Gabriel cumplió ya con su embajada y aguarda la respuesta de la Virgen llena de gracia. Y María dijo: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el Ángel se retiró.

Admiremos cómo en este divino coloquio se eleva María a la altura del misterio que va a realizarse en Ella. El Ángel le habla tres veces, y tres veces le respondió; y por cada una de las respuestas se eleva a la fe y a la inteligencia de este gran arcano.

Primeramente el Ángel la saluda y alaba; y Ella responde con su turbación, es decir con su humildad, fundamento en ella de todas las operaciones divinas.

El Ángel le anuncia luego su Divina Maternidad y los grandes destinos del Hijo a quien debe dar a luz, y Ella no por esto se deslumbra; recibe este anuncio, más extraordinario que el primero, con una calma de fe que hace resaltar la turbación primera de su humildad: fe razonable e inteligente, como lo manifiesta la explicación que Ella pide, según la medida que conviene al testimonio de su Virginidad y a la necesidad de su cooperación.

El Ángel le da esta explicación, aun más prodigiosa que la cosa anunciada, y María no pide más: al punto ha conocido y admitido todo; da su consentimiento con una presteza de humildad y de fe igual a la alteza del misterio, y cuyo precio realza la única pregunta que ha hecho.

Si no hubiera hecho esa pregunta, hubiéramos podido dudar de su inteligencia del misterio; si hubiera hecho otras, hubiéramos podido dudar de su fe. Pero ésta, al mismo tiempo que es ilustrada por la explicación, es tanto más profunda por el asentimiento, cuanta es la alteza que esa explicación da al Misterio.

Y el Arcano se verifica al momento, y el Verbo se hace carne, mediante al acceso a las entrañas purísimas que le da la Virgen con su fiat. Lo cual queda admirablemente expresado por ese desenlace de la escena de la Anunciación: «y el Ángel se retiró»… Se retiró para hacer lugar al mismo Dios…

El «hágase» de la esclavitud de María es expresión práctica de su omnipotencia: apenas pronunciado, el Espíritu Santo la cobijó con su sombra y llevó a cabo la obra de la Encarnación; en aquel momento se efectuó lo de «el Verbo se hizo carne» y comenzó a habitar entre nosotros.

Fiat… ¡Oh palabra de poder inmenso! La pronuncia la omnipotencia divina, y brotan de la nada las cosas; la dice María en el abismo de su humildad, y opera más maravillas aún que el Creador.

Aquel fiat saca de la nada las criaturas; este fiat saca al mismo Dios de su Cielo, de su eternidad, para que, sin dejar de ser Dios, comience a ser hombre.

En ese instante, María Santísima queda convertida en verdadera Madre de Dios. Desde ese momento, Dios está en María, no en imagen, no con su gracia, sino con su misma Persona divina.

Los dos grandes y admirables efectos del consentimiento de María fueron, por una parte, la producción de Jesucristo, Dios y hombre; y por otra parte, la sublime e incomparable dignidad de Madre de Dios que desde entonces adquirió María Santísima.

Hasta aquel momento no era más que Virgen; por la Encarnación, hácese Virgen Madre, Madre de Dios.

En el año 1931, al celebrar el decimoquinto centenario de la proclamación dogmática de la Divina Maternidad de María, llevada a cabo por el Concilio de Éfeso, el Papa Pío XI determinó que esta fiesta se celebrara en todo el orbe católico con gran solemnidad el día 11 de octubre; para lo cual se compuso un precioso Oficio Litúrgico.

La Iglesia quiere que se celebre esta fiesta con alegría universal, porque esta Maternidad Divina ha traído el gozo verdadero a toda la creación. Esta Maternidad anunció el gozo verdadero a todo el mundo, porque de ella brotó el Sol de Justicia, Cristo Nuestro Señor.

Sin María, sin su Maternidad Divina, no habría razón ni fundamento para el gozo ni la alegría en esta tierra miserable; sería sólo un mar de lágrimas, un valle de amarguras, un erial lleno de espinas y abrojos.

Si cambia totalmente la faz de la tierra, es por ese Sol que la alegra, y que brotó como fruto riquísimo de esa Maternidad de la Santísima Virgen.

Por eso podemos decir con certeza que María es la «causa de nuestra alegría».

En las lecturas del Oficio, San Bernardo se detiene en profundidad en lo excelso que es la Virgen por ser Madre de Dios. ¿Qué Ángel -dice él-  por muy elevado que sea, se atreverá a llamar con el nombre de Hijo a Dios? Si los Ángeles se dan por muy contentos con ser los espíritus puestos al servicio del Señor, y nada más, ¿cómo se va a comparar ninguno, ni todos juntos, con Aquélla que al Dios y Señor del Cielo le llama con toda verdad Hijo suyo?

En este grandioso misterio -continúa San Bernardo-  se unen la humildad, la virginidad y la fecundidad. Una virginidad singular, única; no reñida, sin embargo, sino unida íntimamente a otra singularísima y también única fecundidad. Y enlazando a ambas, o como fundamento de las mismas, una humildad asimismo singular e igualmente única.

Detente muy lentamente, alma piadosa, a considerar cada uno de los elementos de este bellísimo tríptico.

Aquella virginidad que el Señor exige en la que ha de ser su Madre. ¿Quién más Virgen que María?

Y, no obstante, ¿quién más fecunda que Ella? ¿Quién más Madre que la Virgen?

Y a la vez, ¿quién más humilde que esta Virgencita que es elevada a esta dignidad tan excelsa y que Ella recibe con tanta humildad?

¿Qué crees que es más digno de admiración en este asombroso conjunto, la estupenda fecundidad de esta Madre, la integridad de esta Virgen, la sublimidad de su prole o la humildad que se junta con tanta sublimidad?

Cada una de estas cosas era suficiente para que no cesáramos de admirarla; pues, ¿qué será la suma de todas ellas?

Por tanto, si Dios es admirable en todos sus actos y obras, ¿qué será en su Madre, donde se dan cita todas las virtudes y todas las grandezas de la santidad?

San Buenaventura no teme afirmar que la cualidad de Madre de Dios es el último esfuerzo de la Omnipotencia Divina, y que agota, en cierto modo, el poder de Dios.

Y Santo Tomás viene a apoyar esta opinión en la misma expresión del Ángel San Gabriel cuando dice a la Virgen que la virtud del Altísimo la cubrirá con su sombra, explicándola de este modo: todo poder tiene su esfera, que es el término y la mayor extensión de su operación; y la Virtud es el último esfuerzo de un poder. Así que al decir el Ángel que este misterio sería obra de la Virtud del Altísimo nos da a entender que Dios trabajaría en él con toda su fuerza, y según el lenguaje de la Santísima Virgen, con «todo su brazo».

Abísmate, pues, alma cristiana, ante esta imagen de María, Madre de Dios.

Gózate y alégrate en Ella.

Y no olvides celebrarla diariamente con el Angelus y el Santo Rosario.

Ciertamente no dejará de ampararte, ahora y en la hora de tu muerte, Aquella a quien acudes tantas veces diciéndole: Santa María, MADRE DE DIOS, ruega por nosotros pecadores…

2 comentarios sobre “Padre Ceriani: La maternidad Divina de María

  1. “Ave Maria Purissima”
    – Sine Labe originali concepta –

    Sr. Director, caros Cristianos en la unica y verdadera Fé, saludos en los sagrados corazones de Nuestro Señor JesuCristo, yla Santisima Virgen Maria
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    Todo lo que ha sido plasmado ortodoxamente acerca de la SANTISIMA VIRGEN MARIA, parece poco ante la Hiperdulia, que nos merece, La criatura más íntimamente Ligada al DIOS todopoderoso, TRINO y UNO y en sus tres Personas Distintas. el mismo libro (8) de los provervios, nos cita indiscutiblemente su presencia como criatura en la mente Eterna de DIOS.
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    Lo que no se difunde mucho, acerca de su Santisima Maternidad, es que al Concebir del Santo Espíritu, al Mismo DIOS, y Generar la parte corporal del DIOS-HOMBRE, (Su Divino Cuerpo), por decirlo de algún modo, «la Materia Prima» o la Divina Carne del Hijo de DIOS, es precisamente de ella misma. En toda concepción común y normalmente, el numero cromosómico de la Nueva vida (cigoto), parte de dos mitades, la materna y la paterna, haciendo un Nuevo ser Humano, Mitad padre, mitad madre, En el paricular, de la Purisima concepción de la Santisima Vírgen Maria, concebida ella misma Sin Pecado origianl, Nos encontramos de frente, a que toda el número cromosómico, proviene de ella, misma, por tal motivo, el Mismo Verbo, se autodenomina como «EL HIJO DEL HOMBRE» en no pocas citas, CONFIRMANDONOS PRECISAMENTE QUE ES VERDADERO DIOS Y VERDADERO HOMBRE, GENITUM NON FACTUM ET CONSUBSTANCIALEM PATRI.
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    Y a partir de aqui, se desprenden cosas interesantisimas, la primera de ellas, atiende, a que ES LA MISMA SANTISIMA VIRGEN MARIA, LA SEÑAL DEL HIJO, la señal del hijo del hombre, que en tantas profesias nos ha sido anunciada, y que no pocos hubimos creido que se refiere a la Santa Cruz, Por la cula quizo Nos redimir. siendo ella, mas bien signo de su Santapasión, e incluso de su divinidad, al vencer la muerte, signo si del Cristiano Verdadero, empero no la señal del HIJO DEL HOMBRE.
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    Y la Segunda. No menos importante, por la posible gran blasfemia Moderna, que se efectua incluso por Cristianos verdaderos, hoy en día, cuando se habla de «Clonación» Proceso, «dubitablemente» crontolado por la vana y falsa ciencia del hombre, por el cual, supuestamente, seria posible repetir en alguna creatura, un numero cromosomico completo, (copiar a partir de una célula somática, el contenido cromosómico de un nuevo cigoto» !!!BLASFEMO¡¡¡¡ SI, por que precisamente, esa es la unica forma explicable de la encarnacion del hijo de Hombre, del Hombre DIOS, faculdad exclusiva precisamente para el TODO poderoso, para la encarnacion de su DIVINO HIJO, que constituye, con el solo hecho de decirlo, una especie de yo también soy dios, por parte del ser humano, gran blasfemia, sobre todo, si se revisa desde el origen mediatico de la blasfemia «cientificista» Mentira por cierto, pero que al igual que con otras leyendas negras, hoy es creida y discutida incluso por Cristianos, Blasfema desde la Forma, «UN CORDERO EL PRIMER CLON»
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    Es pues menester imperioso, para el verdadero catolico, tener presente, que el solo hecho de hablar de la palabrita, atenta contra la dignidad misma de la Santisima Virgen Maria, y ofende terriblemente al DIOS TRINO Y UNO, en sus tres personas.
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    SEA PARA GLORIA DE DIOS

  2. Muchas gracias, P. Cerani, por regalarnos tan preciosa explicación (y antecedentes históricos, por aquello de 1931, que yo ignoraba) de una fiesta mariana que, desgraciadamente ha caído en un gran olvido, a pesar de lo importante y bellísima que es. Teótokos.

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